Lorca
Carrière hace balance de su vida española
Recibe la Orden de las Letras y las Artes y presenta sus memorias
Aunque ya cuelga de su solapa la Orden de las Artes y las Letras –que ayer le impuso la Ministra de Cultura–, y es Caballero de la Legión de Honor, él de lo que verdaderamente presume es de pertenecer a la Orden de Toledo, fundada por Luis Buñuel. Es solo unas de las múltiples confesiones de «Para matar el recuerdo» (Lumen), sus memorias españolas, que presentó esta semana en la capital castellano-manchega. En ellas, el guionista y dramaturgo se erige en espectador privilegiado de nuestro país, al que acudió por primera vez en 1963 gracias a una llamada de Buñuel, en el que no ha vivido más de unos meses, pero que nunca ha dejado de frecuentar. «España ha cambiado mucho, cuando me acuerdo de la de ayer me parece un país sin jóvenes». Asegura que tenemos tendencia a autodenigrarnos y al masoquismo, un elemento presente en la idiosincrasia de otros países, pero la principal diferencia es que «mientras en Francia lo que más se valora es la razón, en España ocurre todo lo contrario, se tiene la noción de que el mundo es irracional. Eso es lo que más me toca».
También actúa de notario de los efectos que produjo «uno de los encuentros más extraordinarios de la cultura hispánica», el de Buñuel, Lorca y Dalí. El escritor se esfuerza en subrayar que la muerte del poeta granadino fue una herida siempre abierta en la carne de Buñuel y que su alejamiento tras «El perro andaluz» apenas duró unos meses: «Lorca se enfandó porque creyó que la película era una alusión a él, pero nada más lejos de la verdad. Cada día, Luis pensaba un momento en Lorca y siempre decía que Federico le había abierto las puertas a otro mundo, al de la expresión y la poesía», apostilla Carrièe que considera que «los tres eran totalmente diferentes, pero, al mismo tiempo, suponen una concentración de todo el espíritu español».
Olvidado Bergamín
Tiene la espinita de que José Bergamín, con quien compartió tantas comidas junto a Buñuel, sea un pensador olvidado en su país, «aunque él hizo mucho para que fuera así» . Y tras haber trabajado con algunos de los más grandes, confirma que nunca se sintió tentado por la dirección: «Un realizador no puede hacer otras cosas que películas, pues si lo intenta con novelas o ensayos nunca será considerado escritor; aunque ser guionista necesita una humildad, porque no vas a ser tan famoso como el director en caso de éxito. Si hay fracaso es incluso mejor que no te conozcan».
El rito de Toledo
Acudió hasta en 19 ocasiones con Buñuel a Toledo, nunca en domingo, y para realizar el mismo ritual que incluía una comida obligada en La Venta del Aire, la visita al óleo del «Entierro del Conde Orgaz», del Greco, y otra a la tumba del Cardenal Tavera, obra de Berruguete. «Siempre que vuelvo me pregunto qué se dirían Buñuel, Lorca y Dalí que pasaban horas contemplándola». Ellos instituyeron que para ser miembro de la orden toledana había que vagar una noche borracho y solo por la ciudad, no lavarse durante la estancia, amar a Toledo por encima de todas las cosas y velar el sepulcro del Cardenal Tavera.
«Para matar el recuerdo»
Jean-Claude Carrière
Lumen
288 páginas. 24,90 euros.
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