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Guadalupe

Tres apuestas valientes por la defensa de la vida

Tres familias narran a LA RAZÓN cómo el diagnóstico de malformación de sus hijos durante la gestación les hizo optar por seguir adelante con el embarazo. Creen que la nueva ley del aborto que ha anunciado Gallardón supondrá una oportunidad de vivir para miles de niños en las circunstancias de sus hijos.

Tres apuestas valientes por la defensa de la vida
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«Ha vivido 15 meses, pero ha merecido la pena verle sonreír»
Del 24 de febrero de 2010 al 11 de mayo de 2011 Juan Pablo llenó de alegría la vida de sus padres. Ese día de mayo, el pequeño falleció a consecuencia de un infarto después de dos intervenciones quirúrgicas, la primera de ellas con cinco días de vida. Padecía una cardiopatía compleja junto a otros trastornos cardiacos. Inés y su marido Borja lo supieron desde la semana 19 de embarazo.
En cada ecografía el pronóstico se iba complicando y fueron informados de que el embarazo, incluso, podría no llegar a término. No se plantearon en ningún momento el aborto porque «no existía para nosotros otra alternativa, queríamos hacer feliz a nuestro hijo el tiempo que viviera». Inés recuerda que el apoyo de los médicos y el respeto a su decisión hicieron mucho más fácil la gestación y la enfermedad de Juan Pablo. «Una ginecóloga se emocionó y nos dijo ‘‘enhorabuena porque no es una decisión fácil''», recuerda Inés. «Cuando dices a los médicos que quieres seguir adelante también les estás diciendo que confías en ellos y eso les permite trabajar mejor».
Tras siete meses hospitalizado, Juan Pablo llegó a casa. Allí, poco a poco comenzaron los progresos, las sonrisas y, la vida familiar, todo lo normal que podría resultar teniendo en cuenta que el pequeño tenía un 79 por ciento de discapacidad. Juan Pablo recibía cirugías paliativas, es decir, no eran reparadoras. La solución a su malformación cardíaca pasaba por un transplante de corazón dentro de unos años. Un día de mayo de hace un año, mientras esperaba para recibir una tercera cirugía, Juan Pablo sufrió un infarto que no pudo superar. «Cada mañana mi primer pensamiento siempre es él. Son experiencias duras pero merecen la pena. A pesar del sufrimiento, se puede ser inmensamente feliz». Por eso, este joven matrimonio celebra la noticia de la supresión del supuesto de malformación «como padres, levantarnos con esta noticia ha sido como un abrazo». Esta madre traduce ese abrazo como una posibilidad de que más niños como Juan Pablo vengan al mundo porque la vida a su lado «me ha merecido mucho la pena».

La historia:  El pequeño Juan Pablo venía con problemas cardíacos. El niño superó con éxito dos cirugías a lo largo de su corta vida pero, finalmente, no logró sobrevivir.


«Dos de mis cuatro hijos son Down y son lo mejor de mi vida»
«Le dejé claro al médico que iba a seguir con el embarazo». Y así lo tuvo que hacer Macarena Mata en dos ocasiones. Es madre de cuatro hijos, dos con ellos, con síndrome de down. Fue a los ocho meses, en el momento del parto, cuando conoció con certeza el diagnóstico de Nico. Macarena se había negado a practicarse la amniocentesis por el riesgo de aborto que comporta. Su marido Francisco y ella sabían que el niño venía con problemas pero desconocían el alcance de los mismos. Los médicos tampoco habían podido precisarle cuáles eran. En una de las revisiones salió a relucir la posibilidad del aborto, algo «que ni se les pasaba por la cabeza. Le dije inmediatamente al médico:''yo sigo adelante''».
A Macarena tuvieron que provocarle el parto sin saber con qué se iban a topar. «Nico nació y lloró y esa fue nuestra mayor alegría». Ante una posible malformación o discapacidad severa, el diagnóstico de síndrome de down les pareció casi una bendición. «Que un hijo no venga completamente sano es algo que nadie quiere», afirma Francisco, «pero un hijo con síndrome de down es lo mejor que me ha pasado en la vida». Su esposa coincide plenamente con esta afirmación por eso, cuando llegó Fátima al mundo, su cuarta hija y la segunda con síndrome de down, sabía que de nuevo «iba a tener más trabajo pero también más alegrías, muchísimas más».

La historia: Macarena y Francisco tienen cuatro hijos, dos de los cuales nacieron con síndrome de down.


«Dijeron que el niño venía mal y al final nació sano»
«El niño viene fatal», le dijo la ginecóloga a Guadalupe Fernández-Matinot. De acuerdo a las pruebas, el bebé tenía síndrome de down y la facultativa tenía clara la solución: el aborto. «Me dijo 20 veces que abortara y, además, me ofreció una ligadura de trompas porque mis próximos hijos también vendrían mal» apunta Guadalupe. Para ella, un hijo con síndrome de down no era ninguna desgracia y así se lo hizo saber a su ginecóloga, tan empeñada en que pusiera fin a la gestación cuanto antes. Y llegó el día del parto y Arturo resultó ser un bebé «perfecto». Ni rastro de malformación o trisomía 21. La ginecóloga, que erró completamente en el diagnóstico, nunca pidió perdón a Guadalupe. «Dijeron que el niño venía mal y al final nació sano. Me pregunto que pensaría esa ginecóloga si hubiera matado al niño sin ser down» asevera la madre de Arturo. Hoy, con 15 años, el chico conoce toda la historia y agradece a sus padres el coraje de haber seguido adelante. Así han educado a sus cinco hijos, en que «nadie tiene derecho a decir quién puede o no vivir».