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El álter ego por Julián García Candau

La Razón
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El día en que Pep Guardiola fue elegido para entrenar al Barcelona hubo quien se preguntó si haber dirigido al segundo equipo era mérito suficiente. Ahora, con su sucesor, Tito Vilanova, es probable que surja la misma pregunta. La diferencia a favor de Vilanova está en que ya ha estado cuatro años en Primera y al lado del propio Guardiola. Puestos a calibrar la trascendencia de la designación, cabe decir que el Barça se ha inclinado por el guardiolismo sin Guardiola.
La marcha del entrenador más galardonado de la historia del club –trece títulos en cuatro años, por ahora– no acaba de ser bien digerida, aunque dada su personalidad y las explicaciones que ha dado, su decisión es coherente. Está cansado, se ha exprimido al máximo, según ha argumentado, y considera que el relevo es obligado. La demora en manifestar definitivamente el deseo de retirarse a los cuarteles de invierno ha podido parecer improcedente. No lo ha sido porque dentro de casa se tenía la solución a mano y las especulaciones sobre su sucesor han sido brindis al sol.
El club ha optado por la continuidad. Se supone que Tito es el álter ego de Guardiola. Es también la mirada hacia la cantera, hacia el espíritu de La Masía. Se le adjudican todas las virtudes de su antecesor y tal vez maestro, pero en algún momento habrá que pensar en que también él puede ofrecer alguna variante. Con todo, corre un gran riesgo personal. Se le exigirá lo que no se le pudo reclamar a Guardiola porque lo ganó casi todo. Vilanova tal vez está destinado al tormento tradicional de los entrenadores del Barça.
Posdata. Guardiola se ha ido con el billete de vuelta en la mano.