Presentación

«Mientras se discute de ortografía no se habla de corazón»

El filólogo hace balance para LA RAZÓN de sus doce años en el cargo, marcados por la elaboración de las nuevas gramática y ortografía de la lengua española. El jueves se elige a su sucesor.

 
 larazon

Heredero de Fernándo Lázaro Carreter, la obsesión de Víctor García de la Concha durante sus doce años de mandato ha sido tender puentes con Hispanoamérica, consciente de que los españoles somos sólo la décima parte de los hablantes de nuestra lengua. El jueves se elegirá su sucesor, aunque permanecerá en el cargo hasta enero. El próximo día 17, cuando se presente en sociedad la nueva Ortografía ante los Príncipes y los directores de las 22 Academias verá culminada su labor. Unos días antes hace balance para LA RAZÓN.

-Una vez aprobada la nueva ortografía, ¿deja el cargo satisfecho?
-Me voy muy feliz porque hemos culminado el proyecto de construir los dos grandes códigos (la gramática y la ortografía) que, junto con el diccionario, sustentan la unidad del español. La próxima edición del diccionario se presentará en 2013 coincidiendo con el tercer centenario de la Real Academia Española. Hemos publicado además el Diccionario de Americanismos, el esencial, el del estudiante... Pero se ha visto más en la construcción de la nueva Gramática y la ortografía. La primera ha sido calificada de monumento por personajes ajenos a la Academia porque era la primera vez que se hacia una descripción del español total. De esa Gramática ha salido el manual, pensado para estudiantes, y va muy avanzada la básica, que saldrá en los próximos meses. Como complemento ineludible de esa nueva gramática elaboramos la Ortografía, que estaba necesitada, no de una mera recopilación de normas, sino de que se explicara el sistema ortográfico español. No es un conjunto de normas caprichosas, hay un sistema trabado que nos hemos molestado en explicar. Decía Nebrija que escribimos como hablamos y hablamos como escribimos. Y la Ortografía es la explicación a eso.

-La Gramática fue aplaudida, pero la repercusión social de la reforma de la Ortografía ha sido extraordinaria, como casi ninguna otra decisión de la Academia, ¿le ha sorprendido?
-No me sorprende porque la Ortografía es algo que todos hemos mamado con la leche y, por lo tanto, si nos la tocan protestamos. Al contrario, me encanta, hay que felicitarse porque los españoles hablen de ortografía y no de programas del corazón. Lo que sí sentí es que se hablara de unas cuestiones que son accidentales, cuando tratamos de construir el sistema ortográfico completo. Y a eso no se ha prestado atención porque tres arbustos no nos dejaron ver el magnífico bosque.

-Vive un momento dulce porque ve culminado su proyecto, pero ¿cuál fue el momento más amargo de su mandato?
-Todos cargo tiene sus momentos amargos. Esta tarea ha requerido una dedicación total. Yo me he entregado en cuerpo y alma a la Academia, renunciando a trabajos personales y he hurtado mucho tiempo a mi familia. He podido publicar algún libro haciendo de trapero del tiempo. Los directores anteriores, excepto Fernando Lázaro, tuvieron una dedicación más leve. Ir logrando el conseso de tantas corporaciones, 22 academias, y no uniformes, es duro. Lázaro me advirtió: ya verás lo difícil que es gobernar a 40 reyes. Y así es. Sería injusto si no dijera que me he sentido respaldado y querido.

-Ha sido mucho tiempo...
-Han sido dos mandatos ordinarios, más uno extraordinario que iban precedidos de seis años de secretario. Por eso digo que han sido 18 años de servicio. En las tres ocasiones que fui elegido tuve un respaldo unánime.

-¿Cuál cree que debería ser el perfil de su sucesor?
-Cada cosa tiene su tiempo. El nuevo director aún tiene que terminar cosas que vienen de atrás: además de la Gramática básica, que está en el ecuador, el manual de Ortografía, la Fonética y Fonología... Deberá preparar la edición del diccionario de 2013 y la preparación de la conmemoración del tercer centenario ya es tarea suficiente para un mandato de cuatro años. Al mismo tiempo las academias irán dictando lo que hay que hacer.

-Entre esos retos para el futuro, ¿usted cree que la Academia entrará a regular el lenguaje de los «sms» de los móviles?
-La escritura nació ligada a la abreviatura porque los soportes de escritura, desde las pizarras a las tablillas de cera o al pergamino, eran de tamaño reducido. Lo que ocurre es que en aquella etapa había un canon convenido de la abreviatura, al contrario de lo que ocurre con los «sms». En un par de ocasiones se nos ocurrió sugerir un canon de lo fundamental, por ejemplo, que el que se escribiera con «q» y no con «k». Esa arbietrariedad de la abreviatura es difícil de combatir porque es connatural. Habrá que ver como irán evolucionando las escrituras, igual que hay correctores ortográficos habrá escritura automatizado. Todo ya se queda viejo al poco tiempo. No le daría a eso más importancia, trataría de generar un gran movimiento de enseñanza de la ortografía. Ahora, como hemos construido el sistema, va a ser más fácil transmitirla.

-Durante este tiempo ha sido usted la persona recurrente a la hora de glosar a sus compañeros fallecidos, ¿no será que los académicos se eligen a una edad ya tardía?
-Por la propia concepción de la Academia, tanto aquí como fuera, no se entra a hacer curriculum, se llega con una trayectoria. No es un premio, llama a pesonas que pueden servir para documentar los usos lingüísticos, la concepción de la corrección.

-¿De qué está más falta la RAE de técnicos o de escritores?
-Debe haber un equilibrio entre los tres sectores. Por un lado están los creadores (novelistas, poetas, ensayistas, dramaturgos...), el grupo de los filólogos y lingüistas y representantes de los distintos campos sociales (derecho, economía, ciencias puras, aplicadas...). La Academia resulta de la heterogeneidad de esas personas, si no las definiciones serían de especialistas y lo que se busca es que lleguen mejor al que consulta el diccionario.

-¿Y ahora qué: se dedicará a publicar más libros como el reciente «Cinco novelas en clave simbólica»?
-Más de lo mismo. He sido elegido presidente de honor de la Asociación de Academias y no quieren que el cargo sea honorífico. Además tendré que dar ejemplo de académico disciplinado. Estoy a punto de terminar la edición de unos códices autógrafos de Lope de Vega que escribió en la senectud, tengo mucha lectura atrasada y tendré que devolverle a mi familia algo de tiempo. Podré disfrutar además de los conciertos de Madrid, que siempre solían ser en jueves.

-En la presentación de su nuevo libro confesó que aún llora con ciertos libros. La erudición no está, por tanto reñida con la emoción...
-Eso no lo he perdido nunca. La erudición por la erudición no la entiendo, si es que no te proporciona mayor placer. Yo fui de esos que estuvo persiguiendo mucho tiempo una coma en San Juan de la Cruz.