Historia
Palma empieza a decir adiós a la «Copa del Rey» por Jesús MARIÑAS
«Están atacaditos de los nervios» me dicen en la organización copera. El libro, oportunísimo, viene a ser no sólo resumen, nostalgia de tiempos mejores y evocación de quienes hicieron posible –los hermanos Puig, claro, tan injustamente tratados o más– la Copa del Rey que cada agosto solía abarrotar Palma. Hablamos en pasado, ay, y nuevamente se demuestra cómo la presencia siempre próxima, cálida, entregada y riente del Monarca era el mayor atractivo de lo que consideraban la mejor regata del Mediterráneo. Gloria a los perfumeros barceloneses luego defenestrados por politiquería ruin de lo más local. La bahía aún conserva ecos de aquella intriga desestabilizadora con altísimas pretensiones económicas por parte del Náutico que era su sede. Lo de la avaricia rompe el saco. Pues eso. El sábado confían en que Don Juan Carlos acuda a la entrega de premios, un testimonio físico que casi desvela aunque parece que el Soberano está en Marivent porque en la ensenada hay barcos de la Armada –de lo que queda de ella, pobres Méndez Núñez y Roger de Lauria– custodiando el amurallado recinto. Como mañana, ya muy avanzado agosto, recibe a las tres autoridades locales de la isla, suena a regularización.
Todos con el ay encima, algunos realmente desesperados. Se les acaba la bicoca. La adulación marinera. El retratarse con la Familia o presumir de acercarse a ellos. Lástima que a muchos fotógrafos descuidados se les escapase lo que ha sido el momentazo a inmortalizar: la imprevista aparición de Letizia siempre al quite y arrimando hombro incluso en estas vacaciones raras o atípicas. La acompañaban las infantitas, se unió a la Reina en el Náutico donde casi no había reporteros –y de eso se lamentan– y montaron en una calesa descubierta –¡lo nunca visto!– que cayendo el sol las paseó por Catedral, Santa Eugenia, Paseo Marítimo, dejándolas en Marivent. Sólo cuatro agencias y Pepe Jiménez, siempre a pie de yunque informativo, inmortalizaron momentos únicos. Hicieron las fotos del verano, un álbum que el domingo se completará con los Obama. El Rey ya habrá entregado los trofeos de esta competición que ha encontrado una especie de testamento histórico en el libro «vacaciones en Mallorca» que compendia las peripecias coperas de treinta años de existencia. Aprovecha para poner a caldo lo que su autor, Marcos Torío, define despectivamente como «la madrileñada».
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