Educación

Otra ley sectaria

La Razón
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Bruselas y los mercados financieros internacionales ya pueden respirar tranquilos: el Gobierno ha adoptado una poderosa medida contra la crisis que creará miles de puestos de trabajo, disparará las bolsas al alza y equiparará la deuda española al bono alemán. Se trata de la llamada ley de igualdad de trato, en virtud de la cual se le retirará el concierto económico a los colegios que impartan la enseñanza de forma diferenciada, esto es, a los chicos en una clase y a las chicas en otra. Si algo necesitaba la educación en España era precisamente una ley así. La madre de la criatura es Leire Pajín, ministra ecuánime y ponderada que, aun a riesgo de salir perjudicada porque su puesto lo reclamen millones de mujeres, es una decidida defensora de la igualdad de trato. Sin embargo, algo chirría y resulta paradójico que para lograr la igualdad se imponga la discriminación. Que las aulas sean mixtas o separadas por sexo son opciones pedagógicas que tienen defensores y detractores, sus pros y sus contras. En su mayoría, los expertos son partidarios de la mezcla, pero también reconocen que la separación es académicamente más eficiente y reduce el fracaso escolar. Sea como fuere, nada de esto tiene que ver con la discriminación o la desigualdad de trato. Pajín, que ha mostrado gran magnanimidad al asegurar que no pretende cerrar los colegios diferenciados, sólo asfixiarlos económicamente, teme que, si las aulas no son mixtas, a las chicas las encerrarán en sótanos húmedos y oscuros, les obligarán a barrer y planchar en el recreo, les impartirán sólo la mitad de las asignaturas y ninguna de ellas obtendrá un sobresaliente para hacerles creer que son seres inferiores. A los chicos, por el contrario, se les imbuirá la superioridad machista y hasta puede que se les estimule clandestinamente a fumar como gesto de rebeldía frente a este Gobierno que vela por nosotros como un padre amoroso. Tal vez parezca excesivo que Pajín se haya tomado tantas molestias por un centenar escaso de colegios, una gota de agua en el mar educativo español. Pero sólo en apariencia, porque el objetivo final es otro más ambicioso: implantar por ley un modelo ideológico de ingeniería social alimentado mediante la asignación arbitraria de fondos públicos. Si la oferta educativa se ajusta a ese modelo y es del agrado gubernamental, tendrá financiación, y muy generosa; en caso contrario, no hay nada que rascar. El Gobierno socialista ha empezado por los colegios diferenciados, pero la meta final ,la gran pieza a cazar, son los concertados de la Iglesia.