Aborto
Descontrol de firmas y sellos en las clínicas Morín
«Es la mujer la que decide por qué aborta», dice uno de los ginecólogos
BARCELONA- Firmas irreconocibles, sellos profesionales «a disposición de todos», declaraciones contradictorias, etc. El descontrol que se respiraba en las clínicas TCB y Ginemedex, propiedad de Carlos Morín, imputado por más de un centenar de abortos ilegales, se hace más evidente a cada día de juicio que pasa. Ayer les tocó el turno de aclarar lo ocurrido en los centros abortistas de Barcelona a Dimas A. C. y Ester S.
El primero, ginecólogo, admitió 22 de los 23 hechos que se le imputan, pero trató de justificar su legalidad uno a uno. Sereno y con aplomo, Dimas aseguró que «una mujer puede abortar por dos supuestos»: por ejemplo, por grave riesgo de su salud mental o física y por malformación del feto, y que en cualquier caso «es la mujer la que decide por qué supuesto aborta». En este sentido, Dimas no consideró extraño que una paciente interrumpiera su embarazo por peligrar su salud mental cuando la motivación real, dadas las pruebas prenatales, era la malformación del feto. Y es que existen malformaciones fetales que no se hacen evidentes por ecografía hasta pasadas las 22 semanas de gestación –límite legal entonces para abortar por este motivo–. Por eso, muchas se acogían al supuesto psiquiátrico, aseguró Dimas. «Pero doy fe de que también era así», añadió.
«A disposición de todos»
El ginecólogo declaró que siempre comprobó las historias clínicas de las pacientes a las que iba a intervenir y que no tenía por qué desconfiar de las pruebas realizadas en los propios centros, como las ecografías o los informes psiquiátricos. Eso sí, admitió que «mi sello estaba a disposición de todos».
Al parecer, el sello de la anestesista del equipo de Morín, Ester S., también fue utilizado fraudulentamente. Según Ester, no participó en ninguna de las 33 intervenciones ilegales que se le imputan. «No es verdad lo que se me imputa», sentenció la anestesista. Tampoco «autoricé para que se usara mi nombre», aseguró Ester, «porque eso sería un suicidio profesional». En su línea, la anestesista aseguró que «no sabía que eso pudiera pasar».
Además, ninguno de los dos firmó en los libros de quirófano, a pesar de que está estampado su sello y su firma.
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