Crisis en el PSOE

Viejas correas de transmisión por José Clemente

La Razón
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La izquierda española quiere ganar en la calle lo que le negaron las urnas. También las centrales sindicales, ahora reconvertidas en las ya clásicas «correas de transmisión» propuestas un siglo atrás por el bolchevique Vladimir Ilich Lenin, quieren recuperar con el «agitprop» el peso político y la influencia social perdidas. Y esto es así porque en el análisis que realiza el sociólogo Ludolfo Paramio observamos una verdad irrefutable, cual es que desde la perspectiva leninista «sin un entendimiento entre el sindicato y el partido (o, mejor, entre los sindicatos y los partidos de izquierda) no es fácil pensar en un progreso hacia el socialismo». Pero la solución leninista es una mala solución, ya que «frente a la posibilidad de una clase obrera corporativizada y carente de hegemonía social, ofrece la imagen de una clase obrera instrumentalizada por una estrecha capa de intelectuales y dirigentes políticos». Como solución, propone dejar claro que entre los obreros y sus dirigentes las relaciones serán siempre conflictivas, algo que se debe aceptar para buscar su posible encauzamiento político. Pero todavía hay mucho más para llegar a ese escenario que dibuja Ludolfo Paramio.

Para empezar, tendríamos que ver en qué estado anímico y político-social se encuentran los dirigentes del PSOE y los líderes sindicales de CC.OO. y UGT, y lo que observamos es bastante patético. Los primeros, sin echar la bilis por la derrota del 20-N y con un panorama cada día que pasa más desolador, como le ocurre al secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba, que no sólo pierde la oportunidad de cerrar filas entre los suyos cuando Rajoy anunció el ajuste más duro de la democracia, sino que encima son sus jefes territoriales los que le empujan a dar el paso para movilizar el partido y a sus «correas de transmisión», que dicho sea de paso, ya estaban convocando manifestaciones ese mismo día en el que al líder socialista se le pilló con el paso cambiado. Todo esto sin mencionar su caída un 8 por ciento desde febrero, lo que hace que pierda popularidad a razón de 1,6 puntos mensuales. Vamos, una auténtica debacle sin contar que un notable grupo de barones del PSOE le quiere remover la silla de Ferraz.

Y con los sindicatos, más de lo mismo. Son miles las bajas de afiliados en los últimos años y cada vez menor su grado de implantación en las empresas. Sólo les queda el reconocimiento constitucional, pues ni siquiera en estos duros momentos logran movilizar más que a los antisistema, que también están contra ellos. Lo de Lenin y Paramio estuvo muy bien mientras duró, porque ahora mismo es una ruina. La izquierda española se parece cada día más a la griega que no a la italiana, con las terribles consecuencias que tiene para el país heleno una clase política sin rumbo y a la deriva. Las naciones serias son aquellas en las que todos unidos lavan sus trapos sucios en casa. Pero, ¿estamos unidos?

Hoy es un día de movilizaciones generales en España. Con toda probabilidad mereceremos un hueco en la portada del New York Times, para mayor regocijo de las zonas dólar y libra. Las agencias de calificación nos pulverizarán, los intereses de los préstamos subirán y las pérdidas por una jornada de algaradas callejeras asfixiarán un poco más nuestra maltrecha economía, mientras algunos alcanzan el sueño de su vida al sentirse parte de una simple «correa de transmisión».