Londres
Elemental Holmes sí existió por César VIDAL
La oficina de correos de Londres recibe cartas dirigidas a Mr. Sherlock Holmes, 221th bis Baker Street. No se equivocan las cartas. Holmes existió.
Un hombre entra en una habitación y se encuentra con un personaje que le resulta absolutamente desconocido. Éste le mira y a continuación comenta: –Vaya, vaya, así que ha estado usted en el ejército. –Sí, señor.–Y se ha licenciado hace poco…–Ciertamente, señor.–Regimiento de las Highlands…– Efectivamente, señor.–Suboficial…–Sí, señor.–Destacado en Barbados…–Ciertamente, señor.– Ya ven, señores –dice entonces el desconocido dirigiéndose a sus acompañantes–. Este hombre es educado aunque no se haya quitado el sombrero. En el ejército no se lo quitan… y se le habrían pegado los modales de la sociedad civil de llevar más tiempo licenciado. Tiene un aire autoritario y no cabe duda de que su acento es escocés. Por lo que se refiere a Barbados… padece elefantiasis, una dolencia que es propia de las Antillas pero no de las islas Británicas».Quien así hablaba –y la historia ha sido transmitida por un testigo ocular– no era Sherlock Holmes, el detective creado por Arthur Conan Doyle, pero sí su modelo real, el personaje histórico en el que el genial escritor se basó para crear al investigador más famoso de todos los tiempos. Se llamaba Joseph Bell y era médico de la enfermería de Edimburgo. Delgado, nervudo, de cabello negro, rostro afilado y nariz poderosa, destacaba como un cirujano ciertamente habilidoso, pero su mayor habilidad residía en el diagnóstico. Le bastaba observar a un enfermo para desencadenar un torrente de deducciones como las señaladas arriba. Entre sus alumnos, Bell tuvo a un muchacho llamado Arthur Conan Doyle al que escogió como ayudante para atender a los pacientes externos. Doyle quedó admirado ante las dotes deductivas de Joseph Bell, pero con los años lo olvidó. Sin embargo, según propia confesión, al contraer matrimonio comenzó a escribir y se le ocurrió crear un personaje que protagonizara relatos detectivescos. En ese momento, Doyle recordó a su antiguo profesor y decidió tomarlo como modelo directo. Inicialmente, pensó en llamarlo Sherringford Holmes pero, finalmente, decidió darle el nombre de Sherlock. Del recuerdo de la manera en que había asistido a Bell surgió también la idea de crear a Watson, doctor como el propio escritor, que dejara constancia de los logros de Holmes.Doyle comunicó a su antiguo profesor el plan y se encontró con que lo acogió con entusiasmo e incluso se permitió hacerle algunas sugerencias que, al parecer, no quedaron luego fijadas en el papel. Así se reanudó un contacto interrumpido durante años. Cuando, en 1901, Arthur Conan Doyle decidió presentarse al parlamento por la circunscripción de Edimburgo, descubrió con agrado que el doctor Joseph Bell acudía a prestarle su más caluroso apoyo público. En un sentido estricto, ni Holmes ni Watson fueron personajes reales, pero los modelos en que se inspiraron no desmerecieron en absoluto de las creaciones literarias. Aún más. Es más que dudoso que el genial detective que vivía en Baker Street 221 bis hubiera apoyado nunca a Watson para que obtuviera un escaño en el parlamento.
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