Ayuntamientos
Avenida de Jarabo por Alfonso Ussía
En la España de los cincuenta del pasado siglo, las crónicas de «Sucesos» contaban con un gran número de lectores. Eugenio Suárez fundó «El Caso» con gran éxito. No obstante, su libertad se topaba con la censura. Tenía un cupo de tres crímenes por semana. Pero el 21 de julio de 1958 se produjo en Madrid un cuádruple asesinato que concitó una expectación popular sólo comparable a las Copas de Europa del Real Madrid y el triunfo en el «Tour» de Francia de 1959 de Bahamontes. José María Manuel Jarabo Pérez-Morris asesinó en una mala noche a cuatro personas. Jarabo pertenecía a la clase media-alta, estudió en el colegio del Pilar de la calle de Castelló y rompió en golfo. Bebía en demasía, se jugaba el dinero y frecuentaba a los prestamistas. Desde una perspectiva sesgada y falsa, se podría decir que era un joven decepcionado del régimen franquista, que aquella decepción le llevó a la bebida y al vicio, y que una noche mató a cuatro personas para vengarse de Franco. Pero no. Era sencillamente un asesino frío, que asombró en el juicio por su serenidad, que fue condenado a muerte y que murió en el garrote vil dos años más tarde. Pero nadie puede poner en duda que fue un criminal muy popular, más aún que el asesino de la niña Josefina Vilaseca, que murió en Manresa apuñalada por un frustrado violador.
Había prometido no escribir más de su persona, y lo hago de manera indirecta porque el protagonista de mi escrito es el Ayuntamiento de Madrid, gobernado con una holgada mayoría absoluta por el Partido Popular y del que es Alcaldesa Ana Botella, esposa de José María Aznar. La promesa no se refería a Jarabo, sino a Santiago Carrillo, al que el Ayuntamiento de Madrid ha honrado dedicándole una calle. Nueve concejales del PP abandonaron el pleno por considerar que la trayectoria vital de Carrillo es «siniestra» y no merece tan alto honor, pero en el Ayuntamiento parece ser que la presencia o no en los plenos no se refleja en los votos. La Alcaldesa vota por todos los concejales, estén en el pleno o se hallen en la cafetería. El Grupo Popular había decidido previamente abstenerse, lo que significaba aprobar la moción presentada por el PSOE con el apoyo de IU y de UpyD, que protesta mucho contra Bildu pero honra la memoria de un genocida. Y Carrillo ya tiene calle en Madrid, procurada por el complejo de inferioridad del Partido Popular.
Como madrileño, vecino de Madrid y empadronado en la Capital del Reino, tengo derecho a proponer a mis gobernantes municipales lo que me emerja del güito, y no deseo que mi petición se mantenga en el silencio. Propongo que se bautice una avenida de Madrid con el nombre de Jarabo, en memoria y recuerdo de aquel asesino que en 1958 se llevó por delante a cuatro inocentes. Si al demostrado responsable del asesinato de más de cinco mil personas se le otorga una calle en la Villa y Corte con la benevolente abstención del Partido Popular, nadie puede oponerse a que un hombre, desarraigado y triste, que sólo mató a cuatro convecinos, opte a inmortalizar sus crímenes con el nombre de una gran avenida. Además, se le podría considerar, de acuerdo con la Ley de la Memoria Histórica, la condición de «víctima del franquismo» por haber sido ejecutado mediante el garrote vil, que como demostró Berlanga en su película «El Verdugo» era un garrote de lo más chocante y desagradable.
Espero la urgente tramitación municipal para que sea aprobada por el Pleno la «Avenida de Jarabo». Y todos contentos.
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