Crítica de libros

La lozana andaluza por César Vidal

La Razón
La RazónLa Razón

Para muchos, La lozana andaluza evoca la imagen sugestiva de una actriz italiana –¿se llamaba Maria Rosa Omaggio?– que se duchaba bajo un cántaro en una cartelera gigantesca de un cine de la Gran Vía. Confieso que recuerdo aquella foto de mi adolescencia y que fue la razón de que leyera la novela de Delicado sin saber muy bien lo que me iba a encontrar. Hallé una obra maestra. No sólo se trataba de una extraordinaria novela picaresca centrada esta vez en una prostituta y no en un escudero, un lazarillo o un ladrón, sino que, en no escasa medida, constituía una reflexión sobre una sociedad renacentista que vivía la belleza y la pasión religiosa de la mano de los peores vicios sin darse cuenta de que todo iba a acabar como el rosario de la aurora. Los españoles altivos, valientes y corteses; los italianos astutos e inmorales; los viejos ansiosos de sexo; los clérigos descreídos; las rameras de todas las clases son sólo algunos de los que aparecen por esa extraordinaria galería que representa La lozana andaluza. Corrupción socialPero la obra de Delicado iba más allá. A decir verdad, constituía un alegato contra la corrupción social y una sutil reflexión ética. Si Roma, al fin y a la postre, había sido saqueada por las tropas del emperador no se debía sólo al juego político de la Santa Sede y de las grandes potencias europeas. Fundamentalmente, la razón para la catástrofe hundía sus raíces en la degeneración moral. Cuando una furcia puede dar lecciones de moral a un sacerdote y la Ciudad Santa es un inmenso burdel, la Historia nos dice que el Juicio de Dios está a la vuelta de la esquina.