Zaragoza

La crisis nos «hechiza»

La Policía alerta del aumento de las estafas esotéricas en los tres últimos años por el desempleo y la incertidumbre

El estafador trata ante todo de mantener «enganchada» a la víctima
El estafador trata ante todo de mantener «enganchada» a la víctimalarazon

MADRID- «Poder para solucionar problemas, especialmente los de amor, recuperar pareja, quitar mal de ojo, impotencia sexual (...) Garantizado cien por cien (...) Resultados en tres días». Detrás de anuncios como éste se esconde una estafa clásica. Sin embargo, en los últimos tres años el fenómeno se ha disparado. Tanto en el número de estafadores como en el de estafados. ¿El motivo? La crisis económica. Así lo aseguraron a LA RAZÓN fuentes del Grupo de Estafas de la Policía Nacional. «La crisis ha hecho que muchos ciudadanos intenten obtener respuestas a sus problemas, fundamentalmente económicos o relacionados con la economía», afirman. «Del mismo modo, «también han crecido los anuncios en tiendas y pequeñas superficies comerciales». Las potenciales víctimas «pretenden conocer su futuro más inmediato: si se quedarán sin empleo. Y si ya están en paro, si encontrarán pronto trabajo. Todas las consultas giran en torno a estos asuntos».

Sanaciones «milagrosas»
No son las únicas excusas para acudir a consulta. «Recurrir a un vidente para descartar o confirmar sospechas de infidelidad o enfermedad; descubrir el futuro de ese trabajo que anhelamos o ese viaje que nos apetece; o, casi desesperados, buscar cómo encarar una situación angustiosa, es algo que se sigue haciendo», afirma la Policía. Otro asunto, apuntan, es el de las «sanaciones milagrosas», un timo que se mantiene «estable» en los últimos años.

Como recuerda el sociólogo Amando de Miguel, «los juegos de azar aumentan en época de crisis. Y en este apartado habría que incluir a los videntes». Cierto es que «la videncia ha existido desde que el mundo es mundo, y no es algo que haya planteado grandes problemas. Pero en torno al negocio del azar pueden darse estafas». Además, a muchos «les proporciona tranquilidad. Para ellos es como acudir al psicólogo». El perfil del estafado «se da más en sociedades cosmopolitas que en rurales. Se trata de gente sencilla y con pocos recursos».

 ¿Su modus operandi? Básicamente, los videntes se van ganando la confianza de las víctimas. Así actuó el Señor Dabo, senegalés detenido el pasado agosto en Valladolid. Ofrecía sus servicios en materia de «magia africana». «Picaron» dos personas, una que se encontraba en estado depresivo y otra que sufría problemas económicos. En un principio, el precio por consulta se limitaba a 20 euros. Poco a poco se fue aprovechando del estado de necesidad psicológica y de precariedad de las víctimas. Así, logró que le entregaran más de mil euros.

Clanes familiares
Muchos actúan en solitario, pero también existen bandas organizadas, sobre todo extranjeras. O incluso clanes familiares. Tal fue el caso de Dora, alias «Esmeralda», brasileña que lideraba una banda de ocho miembros y a la que se le atribuyen delitos en Mallorca, Córdoba, Zaragoza, Santander y Vigo. El tarot, la lectura de manos y la eliminación del «mal de ojo» eran algunos de sus servicios. Exigía a las víctimas que «purificaran» las joyas y el dinero que poseían, pues eran la causa de todos sus males. Para ello, debían dejarlos una noche en su poder. Tras acumular el botín, la banda desaparecía de la ciudad.

La «puesta en escena» es clave. «El convencimiento se produce a través de la ambientación del lugar donde se va a realizar el ritual: fotos de personas supuestamente sanadas, gran cantidad de objetos religiosos, etc.», dicen las autoridades. No sólo hablamos de velas, crucifijos y demás parafernalia: cuanto más exótico, mejor. Sin ir más lejos, Esmeralda aplastaba huevos de los que salían calaveras, gusanos y pelo, lo que parecía augurar que su cliente sufría algún mal.

Lo cierto es que la videncia crea adicción, sobre todo en alguien desesperado. «Ocurre como en los juegos de azar. Pero la lotería está regulada. Es como el alcohol y la droga: los necesitas. Y cuando hay adicción, hay explotación», apunta De Miguel. «Algunos videntes exigen la voluntad. Otros, dependiendo de lo "enganchada"que tengan a su víctima, piden miles de euros», aseguran fuentes policiales. Eso sí, si están debidamente organizadas, las bandas pueden obtener cerca de 200.000 euros.

Hay un problema: no es fácil que estos delincuentes acaben en la cárcel. «Son delitos difíciles de perseguir, pues las víctimas no suelen denunciar. Además, si practican algún tipo de sanación, al delito de estafa habría que añadir el de intrusismo profesional o incluso lesiones», dice la Policía. Y añaden: «Existen pocas sentencias condenatorias». Y es que «hablamos del mundo de las creencias, donde es difícil demostrar empíricamente algo». ¿El resultado? Los usuarios están «desprotegidos». «La vía penal sólo tiene posibilidades de éxito donde el vidente se aproveche de situaciones personales de gran vulnerabilidad: depresiones, minusvalías psíquicas, etc.», añaden. De hecho, una vidente fue absuelta por el Supremo en 2007 tras prometer a dos hermanos que salvaría a su padre, enfermo de cáncer, previo pago de 18.000 euros. El tribunal estimó que no era una estafa, sino un «engaño burdo e insuficiente».


¿Cómo evitar el fraude?
- Conviene aclarar que no toda actividad esotérica es una estafa. Sin embargo, una serie de circunstancias concretas pueden hacernos sospechar. En algunos foros de internet se dan pistas al respecto.
- Acudir a una sesión de tarot no tiene por qué costar, como máximo, más de 60 euros. Un precio mayor podría indicar que estamos ante una estafa. De hecho, un cobro injustificado de más de 300 euros está contemplado como tal.
- Una técnica habitual en el estafador: avisa al cliente de que caerán sobre él desgracias si no entrega una gran cantidad de dinero.
- También es una mala señal concertar una cita con el vidente en un hotel o una habitación alquilada.
- Ir acompañado a una consulta por un amigo puede ser útil, con vistas sobre todo a contar con un testigo en un posible juicio.