Estados Unidos

Una derrota memorable

El serbio Novak Djokovic revalidó el título de Abierto de Australia al superar al español Rafael Nadal en la final más larga de la historia de los Grand Slam, en un partido épico, lleno de dramatismo, que se llevó el balcánico por 5-7, 6-4, 6-2, 6-7 (5) y 7-5, tras cinco horas y 53 minutos.> Las mejores imágenes de una final para la historia

Una derrota memorable
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Después de más de cinco horas y cuarto, en el octavo juego del quinto set, Nadal y Djokovic entablaron un intercambio de 25 golpes. Minutos después, en el noveno juego, el «diálogo» se prolongó hasta los 31. Inhumano, una locura, una salvajada. Así fue la final más larga en la historia de los «Grand Slams». Cinco horas y 53 minutos después del arranque, Novak Djokovic festejaba con su palco su quinto «grande», su tercer título en Melbourne, la séptima final consecutiva en la que se impone a Nadal.
Lo mejor para Rafa es que la guerra de ayer, que concluyó pasada la 1:30 de la madrugada australiana, no tuvo nada que ver con los seis capítulos anteriores. Hubo varios Nadales durante la final. Uno de ellos fue la mejor versión que se ha visto cuando el serbio ha estado enfrente. Y el protagonista lo sabe. Con su habitual correcta lectura de los partidos, su análisis tras la derrota tenía una lucidez impropia para alguien que ha estado dejándose el alma durante seis horas en una pista de tenis: «Tuve mis ocasiones contra el mejor del mundo en la actualidad, le jugué de tú a tú. Por primera vez en mucho tiempo no sentí que estuviese en desventaja y eso es muy positivo para mí».

Nadal deja Melbourne con la sensación de que ahora cuenta con las armas necesarias para derrotar a «Nole». Otra cosa es que esos argumentos pesen más que las siete derrotas seguidas –la racha comenzó hace once meses en Indian Wells– que acumula en otras tantas finales y vuelvan a inclinar la balanza de su lado.

El tío Toni podía haber afirmado ante el clan Nadal al final del primer set aquello de «me encanta que los planes salgan bien». El guión que había trazado para la final se cumplió de salida a rajatabla. Rafa se fue a por el serbio como no lo había hecho antes. Cumplió con todas las premisas. Fue agresivo, atacó la derecha de Djokovic, le hizo moverse, funcionó el saque, restó dentro de la pista... Fue un jugador diferente a lo que estábamos acostumbrados a presenciar con el serbio como rival. Tomó la iniciativa (7-5), pero se olvidó demasiado pronto de todo lo bueno que había hecho.
Y si a Djokovic le dan facilidades, si se le pone el partido de cara, todo le resulta sencillo. Así es como resuelve la mayoría de sus trámites antes de las rondas finales. Sin presión tiene tal grado de confianza en su tenis que nadie es capaz de detenerle. Cada raquetazo es un «winner», cada resto se convierte en medio punto, coge las líneas a su antojo, de revés, de derechas, es capaz de ganar puntos hasta con los ojos cerrados... Como Nadal dimitió durante prácticamente dos sets, la final cambió de signo rápidamente. Rafa se encontró con un 4-1 en contra en el segundo parcial y el intento de remontada se quedó en un 6-4. La crisis se prolongó todo el tercer set. El serbio se apuntó cuatro juegos en blanco, Nadal sólo fue capaz de lograr 16 puntos en todo el parcial. ¿La resolución? 6-2 para el balcánico. Quedaba recuperar el nuevo tenis y el viejo espíritu. Rafa tenía que mezclar sus habituales arranques de épica con un juego agresivo para volver a la pelea. Con el mejor Djokovic enfrente, remontó un 0-40 en el octavo juego (4-4) antes de que la lluvia obligara a detener durante 10 minutos el partido. En la reanudación, el set se fue hasta el desempate y Nadal tuvo la serenidad suficiente para evitar un desenlace por anticipado. Djokovic contó con un saque para gozar de tres puntos de partido, pero Nadal se agarró al partido con cuatro puntos consecutivos. Llegó la celebración con el puño cerrado. Rafa ofrecía la sensación de que era capaz de dar un paso más y en su terreno, en un partido a cinco sets, Djokovic podía caer. Un «break» en el sexto juego llevó a Rafa a la situación ideal, 4-2 y servicio. Con un pasillo enorme, con la posibilidad de situarse 40-15, a las puertas del 5-2, la pista se le quedó pequeña para un revés paralelo... Djokovic resucitó y Nadal tuvo que resignarse a una derrota memorable que preludia más grandes batallas.

 

La final más larga de la historia
Cinco sets, 5 horas y 53 minutos de partido, 55 juegos... Los números resultan mareantes. El Djokovic-Nadal se ha convertido en la final más larga en la historia de los «Grand Slam». La final número 100 del primer «grande» de la temporada ha superado a la del Abierto de Estados Unidos de 1988, en la que Wilander ganó a Lendl en 4 horas y 54 minutos. Además, la final también se ha convertido en el partido más largo en la historia del torneo. El precedente también tuvo a Nadal como protagonista. Fue en la semifinal de 2009 ante Verdasco, que duró 5 horas y 14 minutos y que se llevó Rafa.