Córdoba

Niñas y lobos

La Razón
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Ayer estuve hablando con Javier Romero. El enésimo padre español que recorre los medios de comunicación buscando justicia a la desesperada. Una justicia que aparentemente no han sabido darle los tribunales, los mismos que, se supone, deben otorgarla sin vacilar. «La justicia es un derecho, ¿no?», se pregunta Javier.
Javier tenía una hija en un colegio de Rute, Córdoba, bajo tutela de la Junta de Andalucía. Una niña de dieciséis años hija de una familia desestructurada. Una criatura preciosa como todas las niñas de dieciséis años, pero un poco más, si cabe. Su novio, Manuel García, le pegó tres tiros a la puerta del colegio. (¿Qué clase de «novio» se puede tener a los dieciséis años? ¿Qué clase de novio le revienta la vida a una niña de dieciséis años con unos disparos a bocajarro a la puerta del colegio…?). Se llamaba Carmen Romero. Sus pecas, su sonrisa, su brillante y joven mirada se apagaron el día en que fue tiroteada como una presa de caza. Pero Carmen no murió entonces. Sobrevivió tres años: en cuidados intensivos, parapléjica en una silla de ruedas, agonizando hasta morir. Murió cuando ni siquiera había cumplido los diecinueve, el año pasado. Su asesino (¡presunto!; repugna escribir la coletilla de respeto legal) ya está en libertad, aún no ha sido juzgado. Cumplió la prisión preventiva, incluso lo soltaron dos días antes de lo que le correspondía porque ese momento «caía en fin de semana» y, al parecer, la justicia descansa las fiestas de guardar. La justicia en España –esa impresión tienen los padres como Javier, al menos– descansa en paz. Los que no descansan ni un minuto son esos padres… ¿Cuántos padres hay en España a los que les han arrebatado a sus hijas violentamente y todavía no han encontrado reparación, aún no han obtenido de la justicia española (con minúsculas, haciendo honor a su estado actual) una compensación por su pérdida incalculable, por su dolor interminable? ¿Por qué esos padres sienten que los asesinos gozan de mayor protección legal que las víctimas? ¿Por qué la justicia protege con celo a los «lobos» asesinos, las bestias, mientras «obvia» la memoria de las niñas muertas? ¿El feminicidio no es lo bastante inmundo para conmover a sus señorías…?
Si meter en la cárcel a los criminales no es una buena solución según los Amos de la justicia, que ellos mismos encuentren otra. Pero que acaben de una vez con esta vergüenza.