Cleveland

Dalí surrealismo a la americana

Nacido de la pasión privada de una pareja coleccionista, se abre mañana en Florida por todo lo alto un gran museo dedicado al pintor con varias de sus obras maestras.

El joven matrimonio Morse, apasionados seguidores de la obra del pintor, con Salvador Dalí en 1943
El joven matrimonio Morse, apasionados seguidores de la obra del pintor, con Salvador Dalí en 1943larazon

El Salvador Dalí Museum de St. Petersburg, Florida, está de mudanzas. Mañana, una corte de dignatarios, modelos, caballeros de Santiago e incluso un imitador de Dalí montado en un carruaje, iniciarán una procesión de tan sólo nueve calles en línea recta para inaugurar el nuevo edificio, en el 1 de Dalí Boulevard. La Infanta Cristina cortará la cinta, y el público podrá visitar los 96 óleos, 100 acuarelas y dibujos, y más de 1.300 obras serializadas –grabados, fotografías, esculturas y objetos artísticos– que poblarán las paredes de un edificio concebido ex profeso por el veterano arquitecto Yann Weymouth –colaborador de I. M. Pei en la remodelación del Louvre– y el estudio HOK.

Se trata de una inauguración profundamente norteamericana, no nos debería extrañar. En cambio, la gran pregunta para historiadores del arte sería: ¿cómo pudo un joven pintor español arrasar en EE UU hasta convertirse en icono perdurable de lo artístico? Ahí va un dato: entre 1940 –primer año de su dorado exilio– y 1970, no hubo día en que algún medio escrito norteamericano dejara de citar el nombre de Dalí o los adjetivos derivados «daliniano» y «daliesco». Mayor publicidad es imposible. La otra gran pregunta es: ¿qué hace la mayor colección privada de obras maestras dalinianas en St. Petersburg, una especie de Marbella –360 días de sol al año– poblada de jubilados hasta el punto de ser bautizada como «la sala de espera de Dios»? La respuesta está en una joven pareja que se enamoró de la obra de Dalí allá por 1942, y que no cejó en su empeño por coleccionarla hasta adquirir proporciones de museo: Reynolds Morse y Eleanor Reese asistieron ese año a una retrospectiva que Dalí había inaugurado en el MoMA neoyorquino. Fueron abducidos por el genio y no pararon hasta conseguir su primer óleo en 1943: «Daddy Longlegs of the Evening. Hope!» (1940). De hecho, ése fue el primero que Dalí pintó en la patria de Lincoln mientras se dejaba crecer el bigote que todos conoceremos y redactaba su «Vida secreta».

Los Morse no tenían entonces mucho dinero, por lo que estuvieron ahorrando un año. Compraron la obra, por teléfono, al galerista George Keller. Keller les sugirió que se quedaran con el precioso marco que Dalí mismo había seleccionado para acompañar el óleo. Por supuesto, aceptaron... Y al recibir la factura, resulta que el marco costaba dos veces más que la pintura: 1.250 dólares. Reynolds Morse se convirtió en un exitoso empresario tras patentar un sistema de inyección de plástico para moldes, todavía en uso.


Un museo que respire
Y el matrimonio pudo seguir coleccionando e incluso trabar amistad con Gala y Dalí en Nueva York. De hecho, los Morse se convirtieron en los primeros clientes, mecenas y propagandistas de Dalí en EE UU. En los sesenta, Dalí propuso a los Morse construir un museo daliniano en Nueva York. Pero no uno cualquiera, sino uno en el que las paredes respiraran y tuvieran un ligero pulso movido por una maquinaria neumática. Por contra, los Morse abrieron, en 1971, el primer museo Dalí de la historia en un edificio adjunto a las oficinas de su Injection Molders Supply Corp., en las afueras de Cleveland (Ohio). Las visitas al mismo crecían de tal modo que el matrimonio pensó en ceder, en 1980, la colección a un museo que la albergara en condiciones. Pero era tal el desprestigio artístico-comercial de Dalí en aquella época que incluso el «Wall Street Journal» se hizo eco de la paradoja. Entonces, una serie de prohombres de St. Petersburg leyeron la noticia y se agruparon en la «Dalí Task Force». Implicaron al Gobierno local con el argumento de que un museo atraería más turismo, y escogieron un antiguo almacén de utensilios marinos para adaptarlo a las necesidades museográficas.

Hoy en día, el Dalí Museum de St. Petersburg es el más visitado del sudeste de EE UU. De los millones de visitantes que ha recibido, seis de cada diez son extranjeros. Y ha ido creciendo hasta verse desbordado y necesitar de nuevo edificio. Otra de las razones para una sede ad hoc es la tramontana de la región, que aquí adopta forma de huracanes y tornados. Cada vez que uno de ellos azotaba St. Petersburg había que descolgar todas las obras y trasladarlas a un búnker subterráneo.


Obras maestras
El nuevo museo, que debería considerarse la mejor embajada del arte y la cultura españoles en EE UU, albergará de nuevo obras que abarcan 60 años de producción daliniana, con piezas maestras como «Espalda de muchacha» y «La cesta de pan», ambas de 1926, «Aparato y mano» (1927), una obra que prefigura el surrealismo materializado en piezas maestras como «Reminiscencia arqueológica del Ángelus de Millet» (1933-1935), «Calavera atmosférica sodomizando un piano de cola» (1934) y «El destete del mueble-alimento» (1934). Del período «clásico» daliniano, destacan por su contundencia «Mercado de esclavos con el busto desaparecido de Voltaire» (1940) y «Coloquio sentimental» (1944). El Dalí místico y atómico se refleja en «La desintegración de la persistencia de la memoria» (1952-1954) o la monumental «El descubrimiento de América por Cristobal Colón» (1958-1959). «El torero alucinógeno» (1969-1970) fue una de las últimas piezas adquiridas por los Morse. Pero el Dalí Museum ha seguido adquiriendo iconos dalinianos, como la célebre escultura de la «Venus de Milo con cajones» (1936), «Retrato de mi hermano muerto» (1963) y «Gala contemplando el Mediterráneo que a veinte metros se transforma en el retrato de Abraham Lincoln» (1976). Todas ellas podrán ser vistas en otro montaje bajo el epígrafe de «¡Viva la Revelación!». El nuevo edificio del Dalí Museum ha costado 36 millones de dólares y dobla en extensión a la antigua sede. Está rodeado por un curioso jardín bautizado como «Avant-Garden». El jardín en sí es un espectáculo del espíritu daliniano que combina elementos clásicos y fantásticos. Está compuesto por una gruta mística, un laberinto inspirado por el de la catedral de Chartres y un patio con pavimento rectangular que recrea la «Divina proporción» o número «phi» por el que Dalí se obsesionó tras leer los ensayos del matemático rumano Matila Gika. Para entrar es imprescindible cruzar un puente. Una vez dentro, una escalera helicoidal inspirada en la estructura del ADN –otra de las obsesiones dalinianas– nos transportará a sus tres plantas, con salas de exposiciones permanentes, temporales –que acogerán numerosas muestras de arte español contemporáneo–, café, teatro, biblioteca-archivo, y aulas. El museo conforma un gran rectángulo de cemento armado atravesado por una estructura geodésica acristalada compuesta por más de novecientos triángulos; una puesta al día de la cúpula geodésica que corona el Teatro-Museo Dalí de Figueres, homenaje daliniano al gran arquitecto Buckminster Fuller. Gracias al talante cultural norteamericano, el Dalí Museum de St. Petersburg se levanta, y ahora con el nuevo edificio, se completa la variable para resolver la difícil ecuación daliniana.


Coleccionista, seguidor y estudioso
Reynolds Morse y Eleanor Reese fueron los principales coleccionistas y propagandistas dalinianos en los Estados Unidos desde 1943. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando visitaron «Dalilandia» en 1954. Poca gente en el mundo sospechaba que ese mundo onírico tenía lugar en parajes concretos y reales de Cadaqués y Figueras. Los Morse visitaron a la hermana del artista, Ana María, y a través de ella compraron numerosas obras de la primera etapa del pintor. Dalí no permitía que Ana María fuera nombrada en su presencia tras la publicación en 1949 de las memorias «Dalí visto por su hermana». El pintor casi no hablaba inglés, y Reynolds no sabía una gota de francés. Eleanor sí, pero no entendía el marcado acento catalán de Salvador. Ella tradujo al inglés varias obras señeras de Dalí, como «El mito trágico del Ángelus de Millet» o el ensayo de Robert Descharnes «Salvador Dalí: la obra, el hombre».
Reynolds Morse publicó numerosos estudios sobre la obra daliniana, pero su obra maestra todavía permanece inédita: «Diario de
 Dalí» es un recorrido independiente por la relación del matrimonio con el mundo daliniano, e incluye opiniones a veces incómodas. Aunque iniciado en 1956, abarca el período 1942-1949, desde que descubren la obra del artista hasta su muerte. Reynolds Morse murió en 2000, y su esposa Eleanor, el pasado mes de julio.

 



El detalle
HACIA EL INFINITO

Las obsesiones dalinianas están muy bien representadas en su sede americana, país donde mantuvo una intensa producción, sin la que no puede comprenderse su obra. Piezas como «La desintegración de la persistencia de la memoria» y «Gala contemplando a Lincoln» vuelven sobre algunas de sus obras más famosas para cerrar un círculo o retorcerlo hasta formar el ocho acostado del símbolo del infinito.