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Sevilla

OPINIÓN: Basura pascual

La Razón La Razón

Es muy buena época para que se hayan conocido los apaños de Rafael Pineda al frente de Lipasam, esa empresa pública en la que se contrata con criterios muy profesionales pero, qué casualidad, sólo a parientes, amigos y conmilitones. Cuentan las malas lenguas que hay más directivos que barrenderos. Las denominadas Fiestas Mayores son el campo de batalla donde, con toneladas de basura y máxima premura, una compañía de limpieza ha de batirse el cobre con una ventaja sobre los militares al uso, que no existe el factor sorpresa. El calendario festivo de Sevilla no lo ignora nadie pero hay fallas que año tras año siguen sin taponar. Los contenedores neumáticos desaparecen al final de la Cuaresma para facilitar el discurrir de las procesiones y son sustituidos por bidones tradicionales, que son retirados no bien anochece en la Pascua, pero pasa la Feria sin que hayan sido repuestos los primeros. Un vecino de la calle Águilas tiene que caminar alrededor de un kilómetro, medio de ida y medio de vuelta, para dejar sus desperdicios. Es un problema nimio en comparación con el cuarto de millón de parados que acumula la provincia pero cabrea una barbaridad el paseíto. Se acuerda uno de las castas de los responsables, esos cien colegas del tal Pineda que han escapado de las garras del desempleo.