Estados Unidos
Ustedes son inviables
Mi última conversación con mis amigos de acá acerca del Gobierno español los ha dejado profundamente inquietos. Entendámonos. No se trata de que les preocupe España sino de la desazón derivada de pensar en el efecto sobre la Unión Europea de un personaje como ZP. Y es que, en contra de lo que afirman algunos, Estados Unidos tiene un enorme interés en la buena salud de la Unión Europea siquiera porque si se desploma también los arrastrará a ellos. En otras palabras, como vengo sosteniendo desde hace tiempo, ZP ha pasado de ser una desdicha nacional a un grave problema para la UE e incluso una amenaza planetaria. Hoy, mis amigos quieren, sobre todo, algunos datos concretos. «¿Cuántas personas trabajan en España?», comienza uno de ellos. «18,3 millones», respondo yo, que me conozco el tema. «No está mal...», dice alguno. «Ya...», interviene otro que sabe más de macroeconomía, «pero de esos 18,3 millones, ¿cuántos trabajan en la economía productiva?». Me percato de que nos hemos caído con todo el equipo. «Unos 13,8 millones», respondo. «¿13,8 millones? ¿Y los otros cuatro millones y medio?». «Más bien 4,6 millones», le indico, «son funcionarios». «¿Funcionarios?», dicen al unísono varios con la sorpresa pintada en el rostro. «Pero ¿cuántos habitantes tiene España?», indaga una simpática rubia platino. «Unos 45 o 46 millones», contesto temiéndome lo peor. «¿Y uno de cada diez españoles es funcionario?», dice con un tono elevadísimo de voz uno de los economistas, «pero... pero ¿cómo es posible esa locura?». No me dejan responder. Alarmado, ha intervenido un tercero de Tennessee: «¿Y cuántos parados tienen?». «Cinco millones», respondo, «4,6 según el Gobierno». «Y, por supuesto, recibirán una prestación...», dice un economista. «Por supuesto», reconozco. «¿Y a cuántos pensionistas mantienen?», continúa cercándome. «8,2 millones», respondo casi con un hilo de voz. «¿Y las cotizaciones que pagaron en su día se corresponden con las percepciones actuales?». Niego con la cabeza porque, de momento, creo que no podría articular dos frases seguidas. «Es decir, que cada pensionista significa un gasto adicional al Estado sobre la base de lo que han ido pagando durante años...», deduce. Vuelvo a responder con la cabeza, pero esta vez en sentido afirmativo. «Well... si yo no lo he entendido mal, me dice usted que menos de catorce millones de españoles están manteniendo a casi cinco millones de funcionarios, a unos cinco millones de parados y a más de ocho millones de pensionistas», remacha y a mi me parece que en sus ojillos aparece el mismo brillo maligno que se percibe en el gato que tiene arrinconado al ratón. «Sí, more or less, ésos son los datos», le digo, «pero además mantenemos a trescientos mil liberados de unos sindicatos que no cuentan entre sus afiliados ni con el diez por ciento de los trabajadores, y a una patronal de dudosa eficacia, y a un número impresionante de políticos nacionales, locales y autonómicos y a otros colectivos que sería demasiado prolijo de explicar», reconozco con la cabeza gacha. «Pero, my friend», dice el economista entre la perplejidad y la alarma, «los que producen son muy pocos para mantener a toda esa gente que no produce...». Guardo silencio. «Pero entonces… entonces ustedes no son viables como Estado», remacha. Tentado estoy de hablarle de las autonomías, pero prefiero callarme. ¿Para qué le voy a dar un mal día?
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