La Paz
El deseo sin cumplir de Sancho Gracia
«Quiero resucitar a Curro Jiménez con mi hijo antes de 2014», confiaba
Me llamaba «gordo» y yo se lo permitía, porque Félix Sancho Gracia era muy especial para mí, un amigo de esos que se cuentan con los dedos de una mano. Me queda la pena, tras su muerte, de no haber podido cumplir una cita pendiente, una comida en su casa que teníamos planeada desde hace más de tres meses. Pero Félix, irónico, vividor, bebedor a sorbos de una vida intensa, se marchó de este mundo al filo de las doce de la noche de un miércoles, 8 de agosto, que queda en los anales dramáticos del libro de oro de los actores. Y en el de las buenas personas.
Luchó contra el cáncer que le carcomía por dentro hasta el final, sin dar un paso atrás, como a él le gustaba decir. Siempre, genio y figura, hasta en sus peores momentos. Desde que en 2001 le operaron de un tumor en el pulmón, la enfermedad no le dio tregua, y llegó a afectarle a la vejiga y al cerebro. Fue ese último tumor cerebral, del que le intervinieron a finales de 2011, el que le metió más miedo en el cuerpo. Me confesó en una ocasión que «me entra pánico de pensar que puedo volverme gilipollas. Porque un cáncer de pulmón o de vejiga se las traen, pero cuando te tocan el coco… Es la primera vez que siento canguelo».
No le creí, porque era un hombre de raza, de esos que no se amilanan ante nada. Félix, le sigo llamando así, como nos dirigíamos a él sus buenos amigos, se ha ido dejando un cúmulo de buenos recuerdos. Era rebelde, sí, pero también un ser entrañable que hablaba con el corazón.
Su viuda, la periodista uruguaya Noela Aguirre, desvela a LA RAZÓN que «mi marido se fue deteriorando poco a poco, en estos últimos meses apenas podía levantarse, le costaba hacer cualquier movimiento, pero fue un luchador hasta su muerte. Ya conoces su fortaleza, sus inmensas ganas de vivir… Nos ha dejado un vacío muy grande».
Entre Galicia y Uruguay
Uno de sus tres hijos, el popular actor Rodolfo Sancho, que estuvo en el tanatorio de La Paz, en la madrileña localidad de Tres Cantos, para velar los restos mortales de su padre, no pudo aguantar las lágrimas, mientras nos confesaba que «se ha ido mi padre y mi amigo. Le vamos a incinerar esta misma noche, a las doce, y las cenizas serán esparcidas entre Galicia y Uruguay, las tierras que más amó en vida».
En el baúl de los sueños irrealizados queda un ambicioso proyecto que iban a protagonizar padre e hijo. Félix me lo contó meses antes de morir: «Quiero resucitar a Curro Jiménez, rodar la continuidad de la serie, con mi hijo Rodolfo como el Curro joven, y yo como el mayor. Es un sueño que llevo acariciando desde hace tiempo y que espero conseguir que se convierta en realidad antes de 2014. Pero, de momento, estoy embarcado en otro proyecto muy bonito: ocho películas sobre los libertadores de la América hispana…».
Su hermana y colaboradora profesional, Lucía, será la continuadora de esta historia. Es ella misma la que nos adelanta que «ya tenemos listas dos de las películas, y seguiremos adelante con las otras seis. Es lo que hubiera querido mi hermano. Félix murió rodeado de todos nosotros, sin sufrimiento, estábamos en la clínica Quirón, a su lado, su esposa, sus hijos, mi hija y yo. Todos juntos en un momento tan infeliz».
Noela recuerda hoy su boda con Félix, por poderes, porque el actor se encontraba en España interpretando la obra teatral «La mamma», y ella en Uruguay ejerciendo las labores periodísticas. Se querían tanto que no pudieron esperar a estar libres de compromisos para casarse. Han sido cuarenta y tres años de matrimonio, toda una vida.
Hoy, sigo viendo cabalgar a Curro Jiménez en la reposición de la serie en TVE, pero miro al bandolero de otra forma, como huérfano de identidad, como si adivinara que el hombre que le dio vida y prestancia ya no puede corregirle los defectos desde el rincón del salón desde el que Félix seguía reviviendo sus años de experto jinete, de seductor, de conquistador de grandes metas. Amaba a su esposa, pero no perdía la ocasión de practicar el juego de la seducción, sin más, con aquellas mujeres que se le acercaban al amparo de su fama. Luego nos hablaba de sus «conquistas» con la gracia y la pose, casi chulesca, que le caracterizaban. Pero, inmediatamente, echaba mano de las palabras «fidelidad» y «amor» que se merecía una esposa inigualable.
Ahora, cuando la imagen se transforma en recuerdo, me conformo con hacer mía la frase de Lucía Gracia: «Nadie pensaba que Félix iba a morir tan pronto». Y es que, como reconoce la misma Noela, «se ha marchado un hombre muy fuerte, una gran persona que no quería morir y que se esforzaba, por encima de todo, por seguir viviendo».
Unas ganas de vivir que hicieron frente a la adversidad
La última vez que hablé con Félix, la conversación fue tan divertida que no llegué a pensar que la enfermedad ya estaba haciéndole claudicar. En ningún momento me dejó, ni por lo más mínimo, entrever que su cáncer era tan avanzado como para llevarle a la muerte. «Gordo –me dijo–, no te quejes tanto de tus problemas financieros, que si yo te contara los problemas que tengo te ibas a asustar…». Pero no me los contó, y creí que se refería a contratiempos en la producción de sus películas. Quizá me mandaba un mensaje postrero, no lo sé, pero es que nunca dejaba que la adversidad pudiera con sus ganas de vivir.
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