Ciudad del Vaticano
El Vaticano fija las normas para poder celebrar misas en latín
Tres años después de la entrada en vigor del Motu proprio de Benedicto XVI en el que permitía la utilización del latín en la misa, el Vaticano considera que ya ha terminado el período de prueba, por lo que publicó ayer un documento en el que fija las condiciones sobre la aplicación de esta normativa.
En la instrucción «Universae Ecclesiae», realizada por la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, responsable de las relaciones con los sectores más tradicionalistas, apunta que los fieles pertenecientes a una o más parroquias o incluso a diferentes diócesis pueden agruparse para solicitar la celebración de la misa según el rito previo al Concilio Vaticano II. El Vaticano subraya, que en ningún caso, el hecho de permitir esta «forma extraordinaria» de liturgia no supone una capitulación ante grupos ultratradicionalistas como la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por el arzobispo cismático Marcel Lefebvre.
Los fieles que piden este tipo de celebración «no deben sostener o pertenecer de ninguna manera a grupos que se manifiesten contrarios a la validez o legitimidad de la forma» hoy en vigor y han de reconocer al Papa como «Pastor Supremo de la Iglesia universal». Y es que el objetivo del Motu proprio de Benedicto XVI es la «reconciliación» y la preservación de la «liturgia romana en el uso más antiguo, considerada un tesoro precioso», afirma el portavoz vaticano, el jesuita italiano Federico Lombardi.
El sacerdote que celebre según el rito preconciliar debe reunir los siguientes requisitos: no puede tener impedimentos desde el punto de vista canónico y ha de conocer bien el latín y las características de esta liturgia. En la instrucción, destaca Lombardi, «se alienta a los obispos a que ofrezcan en los seminarios oportunidades de formación adecuada para este fin, y se indica la posibilidad de recurrir, si no hay sacerdotes idóneos, a la colaboración de los sacerdotes de los institutos erigidos por la Comisión "Ecclesia Dei"». Estas dos formas de la liturgia, la anterior y la posterior al Concilio Vaticano II, son «dos usos del único rito romano, que se colocan uno al lado del otro. Por su uso venerable y antiguo, la forma extraordinaria debe ser conservada con el honor debido», afirman desde el Vaticano.
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