Lorca
Dos veces sin casa
La familia Sánchez Soto ha vivido, en apenas 16 meses, dos catástrofes naturales que les han robado sus pertenencias y el hogar: primero el terremoto y ahora la riada
Tras el latigazo de los terremotos de 2011, que dejaron a su paso la triste cifra de nueve muertos y más de 300 heridos, nadie se podía imaginar que otra catástrofe natural podría arrasar de nuevo la ciudad de Lorca y, en este caso además, otra localidad murciana como fue Puerto Lumbreras. Por desgracia, los ocho miembros de la familia Sánchez Soto sí saben lo que es vivir dos hecatombes en apenas 16 meses.
Y es que después de que los seísmos destruyeran la casa alquilada donde residían en el barrio de La Viña, uno de los más afectados, Servicios Sociales les facilitó una casa prefabricada en la huerta lorquina, entre Purias y Altogordo, junto a la vivienda de los abuelos.
Cuando la normalidad se había adueñado nuevamente de sus vidas, una dantesca tromba de agua los volvió a castigar, dejándolos a todos, excepto a las gemelas, durante ocho horas encerrados en una habitación con el agua a la altura de las rodillas y con el miedo de ver cómo su hogar se tambaleaba otra vez.
Pero en esta ocasión, el culpable era el agua. Agustina, la hija mayor de la familia y madre de una pequeña de tres años, recuerda, a la vez que retira con una pala el lodo que impide la entrada a su casa, la angustia que vivió hace poco más de una semana mientras pensaba que la riada pondría fin a sus vidas.
«Abracé a mi hija con fuerza, no quería que se asustase, pero no paraba de llorar al vernos a mi madre y a mí tan nerviosas. Llamamos a Emergencias varias veces y sólo nos decían que no podían llegar hasta aquí, que teníamos que quedarnos donde estábamos y así lo hicimos hasta que mi tío vino a sacarnos», relata la joven, de 22 años, que ya ha sido testigo de dos lamentables catástrofes en tan sólo unos meses.
Una vez a salvo en casa del tío Miguel, la familia Sánchez Soto pensaba que lo peor ya había pasado. Sin embargo, el drama que no olvidarán jamás sólo acababa de empezar.
Después del restablecimiento de la red de telefonía, que dejó a los vecinos de la zona del Valle del Guadalentín incomunicados durante algunas horas, Agustina llamó al resto de familiares para conocer su situación y el estado en el que habían quedado sus viviendas; fue entonces cuando recibió la triste noticia que hizo que el mundo se derrumbase a sus pies. Su prima, de tan sólo nueve años, había muerto tras ser arrastrada por una fuerte corriente que sorprendió al abuelo mientras conducía el coche en el que cada día iba a recogerla al colegio junto a su hermano.
Por suerte, el menor de diez años sí que pudo salir del vehículo, gracias a la ayuda de un vecino, que le agarró de la camiseta. Entretanto, otro familiar, que en ese momento pasaba por el lugar, vio lo que estaba ocurriendo y no dudó en tirarse a por la pequeña, ya que del abuelo no había ni rastro, pero una nueva ola se llevó a los dos.
Al día siguiente, el dolor se acentuó aún más al conocer que el cuerpo del abuelo había sido encontrado por los servicios de emergencias cerca del pantano de El Esparragal (pedanía de Puerto Lumbreras), unos kilómetros más abajo de donde sucedieron los hechos.
Ahora, la familia Sánchez Soto se refugia en limpiar de fango su vivienda, para poder volver a lo único que les queda, su casa prefabricada, ya que el ganado que tenían ha desaparecido o ha muerto ahogado. No obstante, Agustina teme que algo similar vuelva a suceder y les deje nuevamente sin su hogar: «Me da miedo volver a dormir aquí, en cualquier momento puede ocurrir otra vez y quizá, en esa ocasión, no podamos contarlo, pero es nuestra casa, no tenemos nada más». La realidad es muy cruda para esta familia: «Partimos otra vez de cero».
99 por ciento sin seguro
Bastante más suerte tuvo Francisco Martínez y su esposa Rosa, propietarios de una empresa ganadera en la localidad de Puerto Lumbreras. Cuenta Rosa que estaba sola en casa «cuando el cielo se cubrió de nubes negras y comenzó a llover muy fuerte, unos minutos después el agua empezó a entrar por debajo de la puerta, a pesar de que puse toallas».
Mientras tanto, Francisco, que en ese momento se encontraba en otra pedanía, «no paraba de llamarla por teléfono, pero no funcionaba, así que cogí un palo y sin pensarlo, crucé la rambla como pude. Una vez que conseguí llegar, no se cómo, no la vi en la puerta y entonces pensé que el agua me la había robado». Rosa, atemorizada, esperó a que alguien llegara a por ella, subida encima de la mesa de la cocina. Fue entonces cuando «mi hijo entró con la Policía Local y me sacaron de aquí», recuerda con lágrimas.
Pasada la riada, el matrimonio espera ahora que el lodo se endurezca para sacarlo de la granja, donde encontrarán más ovejas muertas. Francisco aún no ha estimado las pérdidas, aunque serán cuantiosas, «después de una vida entera trabajando para tener algo, viene el agua y se lo lleva todo». Francisco, al igual que el 99 por ciento de los agricultores y ganaderos de las zonas afectadas, no disponía de seguro, porque «lo que sacábamos nos daba lo justo para comer y vivir; quién iba a pensar que algo así pasaría aquí, donde es raro que llueva», apunta mientras mira al poco rebaño que ha sobrevivido.
Historias similares relatan cada uno de los vecinos, conforme se va avanzando por carreteras cubiertas de barro o por los caminos inundados, rodeados a un lado y a otro por el agua que ahora cubre los cultivos de la huerta lorquina y lumbrerense.
Las administraciones, centradas en calcular el importe de los daños, han instalado varias oficinas en las dependencias municipales para que los afectados puedan presentar el informe de pérdidas. De hecho, la Delegación del Gobierno ha pedido que, «con la mayor celeridad posible», los ayuntamientos dispongan del informe donde se cuantifiquen los extravíos, para que el Gobierno central apruebe un real decreto ley en el que se concretarán las medidas de actuación para afrontar los efectos del temporal. Se prevé que esté en funcionamiento en dos semanas.
Los informes preliminares valoran las pérdidas en el sector agrario y ganadero en más de sesenta millones, sin contar los daños en infraestructuras, en las viviendas afectadas, y en el alumbrado público, entre otros muchos destrozos. La cifra total sobrepasará los cien millones de euros sólo en la localidad lorquina.
Una persona desaparecida
En medio del caos que viven diez días después los ciudadanos de Lorca y Puerto Lumbreras, efectivos de emergencias y de la Guardia Civil buscan a la mujer alemana de setenta años que está desaparecida desde que sucedió la catástrofe. Hasta el momento, el dispositivo de búsqueda ha encontrado el turismo en el que viajaba, así como algunas de sus pertenencias. Sin embargo, no hay ni rastro de la vecina de Lorca.
Del mismo modo, otra de las labores que desempeñan los Cuerpos de Seguridad del Estado, así como la Policía Local de ambos municipios murcianos, es la necesidad de mantener a salvo los bienes materiales que muchos de los lugareños tuvieron que abandonar en sus viviendas inundadas. Pero, entre la vorágine ya se han sucedido los primeros robos en algunas propiedades privadas.
LOS ÁNGELES DEL BARRO
Toda catástrofe tiene siempre un aspecto positivo, y en este caso, se trata de la solidaridad de las muchas personas que de forma desinteresada ayudan a sus vecinos a retirar el lodo que impide que regresen a sus hogares. Los podríamos llamar los «ángeles del barro», ya que en distintos turnos, formados cada uno de ellos al menos por 32 personas, se afanan en limpiar «lo más gordo» de las viviendas, explica la voluntaria Alicia Giménez, quien se enteró de la iniciativa que había puesto en marcha el Consistorio lorquino, a través de la Concejalía de Juventud. «Ahora mismo no tengo trabajo, así que aprovecho mi tiempo libre para hacer que las consecuencias de las fuertes lluvias sean más llevaderas para los afectados». Sin embargo, el grupo de voluntariado no da a basto, «son demasiadas viviendas dañadas y mucho el trabajo por hacer», resalta Juanchi, técnico de Juventud y quien también desarrolla esta labor de ayuda. Por ello, el Ayuntamiento ha puesto ha disposición de todo aquel que desee colaborar un teléfono de contacto (968 444643) al que puede llamar para incorporarse a estos «ángeles del barro».
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