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Tan Estrella como Morente

Estrella Morente, ayer, en los Jardines de Sabatini
Estrella Morente, ayer, en los Jardines de Sabatinilarazon

Como un vino al que hubieran cambiado de barrica, el estilo de Estrella Morente ha tomado cuerpo en los últimos meses de orfandad. Ya apuntaba esta dirección en su comparecencia en el Festival Bankia, en febrero. Anoche, cuando Madrid era más corte flamenca que nunca, como ella no se cansó de repetir al servirle de escenografía la imponente iluminación del Palacio de Real, se confirmó. Con una estructura similar al recital de aquella noche, con muchas letras similares, Morente se gustó mucho más en las zonas jondas de su repertorio, como ralentizando la nostalgia a solas con la guitarra, especialmente en unas seguiriyas que enmudecieron al patio de butacas.

Se presentó con un traje de chaqueta originalísimo y cubierta por un mantón. La mirada serena apuntó muchas veces al horizonte y algunas al cielo, mientras pensaba qué letras desgranar. Ha diversificado su acervo popular, pero también cuela algunas de las obsesiones de su padre, como aquellas en las que homenajea a Picasso. Volvió a brillar al toque y en el descanso, su tío, José Carbonell «Montoyita», y en los coros el hermano del artista, Enrique, que acaba de tomar la alternativa jonda en la pasada Suma Flamenca, junto a Tomatito hijo. Ya con vestido negro y mantón de manila, en pie, se acercó al folclore aflamencado, marca de la casa desde el primer álbum, lanzándose a rematar con baile algunos temas y exhibiendo ese caudal y ese timbre que la emparentan más con décadas pasadas que con las voces actuales. Volvió a recordar a Lola Flores en un medley homenaje que encaja con gracias desde el famoso «torbellino de colores» al «ay, pena, penita, pena», sin obviar «La zarzamora», antes de entregarse a las bulerías. La despidió en pie Sabatini, que agotó las localidades, cosa que no ha ocurrido en este ciclo flamenco que completan Mayte Martín, Farruquito, Carmen Cortés, José Menese y Diana Navarro. Y ella, en justa correspondencia, alabó a Madrid, a Cascorro y al Rastro, cuna de su madre y de buena parte del flamenco de la capital, repitió el chotis con el que triunfó en el Price, en el que se debate entre su identidad gata y granadina: «Soy de Madrid, unos dirán que no, otros dirán que sí...». Nada hacía presagiar que está a las puertas de un gran reto: el primer álbum grabado sin su padre, que el mercado espera para otoño. Ya que le sobra personalidad será un buen momento para constatar cuánto puede ensanchar su privilegiada voz el afán de experimentación del patriarca Morente. Confíamos en su valentía y su buen gusto.