Londres
Marlango pop con gasolina súper
Leonor Watling canta por primera vez en castellano en «Un día extraordinario»
MADRID- Han dado ya muchas explicaciones e intentan ser originales: «Hay una parte en lo de empezar a cantar en castellano que es...», –dice Leonor Watling–. «Vanidad», interrumpe Alejandro Pelayo. «No, yo no iba a decir eso», dice la vocalista partida de la risa. «Bueno, pues no hay vanidad, pero yo lo decía en el sentido de que quieres que te entiendan y te escuchen...». Watling: «Mi versión es que buscábamos hacer algo más íntimo porque ya llevamos cinco discos y nos conocemos. Y si yo ya sé lo que piensa el otro imagino que el público se va a aburrir. Así que buscamos llamar a otra puerta». De repente, algo de lo que ha dicho la actriz y cantante le gusta al instrumentista y vuelve el consenso. «Sí. Es como en la gimnasia, que se autoimponen dificultades por las que tienen que pasar».
De celebración
Parece que el castellano les ha soltado la lengua: «Nos planteamos llamarlo ‘‘Un día extraordinario'', porque tener un día más es lo que hay que celebrar. Las cosas están muy mal, pero es verdad que tenemos la obligación de vivir como si el día fuera a ser increíble». «Como músicos sentimos la obligación de estar en la oposición, porque la tensión de las canciones con la realidad son las que las aumentan. Y levantarse contentos, que a las once, ya vendrán a jodernos. Puede que no sea adecuado hacer un disco optimista, pero pero para nosotros, que sea bonito es más importante que adecuado», añade Pelayo. En lo musical, el disco es un pop que a veces se convierte en una habanera o un tango. Todo comenzó cuando Fito Páez irrumpió en su camerino después de un concierto y les preguntó por qué demonios no se miraban menos en Londres y más en Chavela Vargas, José Alfredo Jiménez o Quintero, León y Quiroga. «Sin embargo, nuestra forma de componer no es como ir a un guardarropa a probarte trajes, y ver qué chaqueta le queda mejor a una letra. Construimos las canciones sin que nada esté premeditado», apunta Pelayo. Y el súmum de la instrumentación es... «el silbido. Cuando estamos tan felices que ya no sabemos qué hacer con el subidón, silbamos». Pelayo tiene una teoría preparada: «Nuestra música clásica es la música popular. A lo que aspiramos a sonar es a (tararea "Sitting in the Dock of the Bay", de Otis Redding). Porque eso es lo máximo y está al alcance de todos».
El grupo consume una gasolina de enorme potencia. La pasión con la que hablan de la música les da una fuerza a prueba de incrédulos. «Compones, ensayas, te gusta y grabas. Y está bien, pero te quedas con la sensación de que vas tarde, de que has llegado adonde ya había pasado algo, y por eso haces otra canción», cuenta Pelayo. Dicen que los coleccionistas nunca se suicidan –continúa Watling–. Porque sus carpetas de sellos o fósiles o lo que sea les mantiene vivos. Así que ninguno se pega un tiro». Óscar Ybarra no es que no quiera intervenir, es que apenas puede: «Si un día tenemos la sensación de plenitud lo dejamos». Todos asienten.
El camino a la inversa de Drexler
Jorge Drexler (en la imagen) es la pareja de Leonor Watling. Tiene un Oscar pero no, no es por una actuación, sino por la mejor canción original, «Al otro lado del río», para la cinta «Diarios de motocicleta» (2005). Si Watling empezó como actriz y ahora destaca como cantante, Drexler ha hecho lo opuesto: de gran compositor a intérprete. Lo han podido comprobar los asistentes al Festival de Málaga que vieran «La suerte en tus manos» de Daniel Burman, su alternativa en el celuloide. «Leonor sólo me dijo que lo hiciera bien», reconoció el cantante, que también afirmó que «es el montaje que me beneficia. No soy tan buen actor».
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