Consejo de Ministros
Del dicho al hecho
Rubalcaba ha pisado el Palacio de La Moncloa, sede de la presidencia del Gobierno, y aunque le hubiera encantado ser él el anfitrión y estar en su interior en calidad de jefe del Ejecutivo, se ha visto obligado a hacerlo en calidad de invitado, porque los españoles prefirieron que el nuevo inquilino fuera Mariano Rajoy. Y así sucedió ayer cuando el secretario general del PSOE visitó al presidente del Gobierno y se comportó como lo que es: un señor educado que sabe mantener las formas; y punto final. A partir de ahí sus palabras decían una cosa, pero sus hechos, propuestas y advertencias demostraban la contraria. Ofreció voluntad de colaborar para sacar a España de la crisis al tiempo que anunciaba una enmienda general a la reforma laboral. Quiso tranquilizar a Rajoy diciendo que el PSOE no se radicalizará, pero comunicó muy amablemente que habrá socialistas en las movilizaciones convocadas por los sindicatos, con la absurda excusa de que el llamamiento a la protesta no lo ha hecho el PSOE. Ambos políticos estuvieron cuatro horas hablando «pa ná», que diría un castizo. Pues a la hora de alcanzar acuerdos en cuestiones importantes para el funcionamiento del país, el líder de la oposición echó balones fuera y los fio ad eternum.
Por ahora, no le interesa pactar nada sobre los nombramientos pendientes en las altas instituciones del Estado como el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo o RTVE. Prefiere esperar a que termine el periodo de sesiones; es decir, el mes de junio y en septiembre, ya se verá...
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