Sevilla

PP: de la micropolítica a La Moncloa

Lo consiguió. La larga carrera de cinco años, desde que fuera proclamado por sorpresa candidato en 2006, de Juan Ignacio Zoido hacia la Alcaldía terminó ayer con una clamorosa mayoría absoluta; con la que los sevillanos no sólo manifiestan su hartazgo por el diletante sectarismo, coronado con insultantes despilfarros y escándalos por doquier, del malhadado pacto de perdedores de 2007, sino que también impulsan un cambio radical en las tres administraciones.

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Porque un gran porcentaje de los votantes de ayer del PP desean ver reflejado en el rostro del flamante alcalde de Sevilla las alternativas que llegan para levantar al cadáver socialista en San Telmo y La Moncloa. La conquista de «la tierra de Felipe González» era importante en sí misma pero sobre todo por lo que significaba. Pues ya flamea la bandera de la gaviota sobre el Reichstag de la Plaza Nueva. No se van a tomar prisioneros. Las encuestas que rondando la Navidad ya anunciaban lo sucedido le desataron la lengua a un miembro del equipo de Zoido. «Y eso que era un gordito sin carisma…», presumía al oído del periodista con la ayuda de un par de copas.

El triunfo de la micropolítica impulsada por el candidato del PP ha desmentido las teorías del marketing que preconiza esa miríada de expertos en nada que mandan en los partidos. Menos horas para decidir el color de la corbata y más patearse las calles. Menos sociología de pitiminí para lamentar la imposibilidad para ganar en Sevilla en virtud de la absurda teoría de los círculos concéntricos y más arañar votos barrio a barrio, puerta a puerta. Las ciudades no son por definición progresistas ni conservadoras. Las ciudades están habitadas por personas con raciocinio que votan a quien más confianza les inspire y mejor atienda sus inquietudes.