La Rioja

ETA: vuelven los años de plomo

El director Iñaki Arteta busca financiación colectiva para hacer realidad «1980», un documental que rememora el año más sangriento de la banda terrorista

ETA: vuelven los años de plomo
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Iñaki Arteta tiene el mismo prestigio como cineasta que como farolero que alumbra la memoria de las víctimas del terrorismo. Cree que es necesario seguir recordando a quienes no están y a quienes han vivido oprimidos en sus propias casas por la barbarie terrorista, sea cual sea el momento que viva el conflicto. Después de «El infierno vasco», «Trece entre mil», «Sin libertad»… quiere viajar ahora hasta 1980, el año en el que la banda cometió más atentados: «Casi cien asesinatos, cientos de explosiones, decenas de intentos fallidos de atentado, decenas de secuestros, centenares de actos terroristas de todo tipo, recorren el calendario de un año extraordinariamente convulso. Un reto para la joven democracia, una prueba moral para la ciudadanía». El cineasta sabe que es un proyecto difícil de financiar por las vías tradicionales, pero también que mucha gente le apoya a él y a su causa, por eso ha puesto en marcha el «crowdfunding», es decir, ha hecho copartícipe del proyecto a todo aquel que quiera enviar donativos, a través de http://www.1980docu.com/. Ya ha conseguido más de 50.000 euros por esta vía, pero aún le quedan otros 30.000 para lograr cubrir el coste del proyecto.

–Habrá quien piense que por qué una película como «1980» a estas alturas del conflicto.
–La respuesta es muy sencilla: no nos preocupa cómo está la situación, no es un reportaje de actualidad, uno elige los temas a medida que le interesan. Los filmes anteriores no tenían que ver con la actualidad. Es un trabajo de memoria. En el pasado ya hemos mirado a las personas que tuvieron que dejar el País Vasco. Este interés por rememorar historias del pasado nos conecta con la actualidad, nos la explica.

–El hecho de que ponga en marcha otro proyecto similar quiere decir que los anteriores funcionaron...
–Es una satisfacción haber podido financiar nuestras películas, ver hechos realidad unos planteamientos teóricos. Para el que filma documentales, que tienen menos salidas comerciales, es una satisfacción grande. La segunda es que no nos han quedado del todo mal las anteriores, según la reacción de los festivales y la crítica. La tercera es que conectamos con una parte de la sociedad, y además, hay una parte de la historia que ahí quedará. El habernos desconectado de las coyunturas nos hace ejercitar un planteamiento más limpio con lo que queremos contar. Nos ha dado lo mismo que haya habido tregua, que ETA desaparezca mañana... Tenemos un sentido histórico, para que quien las vea en el futuro se haga la idea de qué pasó y, además de todo, no hemos recibido ni una sola crítica de las víctimas.

–¿Cuál ha sido su experiencia con el «crowfunding»?
–Hemos recaudado más de 50.000 euros en tres meses, lo que quiere decir que tenemos nuestro público, ciudadanía concienciada que quiere apoyar un proyecto que, de otra manera, no saldría a la luz, pues no es subvencionable.

–¿Cree que el tema ha contribuido a esta buena respuesta?
–Hay una parte de la población a la que le parece un acto de solidaridad que se haga esta película, sobre todo porque viene avalada por mi trayectoria. A algunos se les va olvidando que en los 80 se vivía con el terrorismo. Para nosotros es además una investigación sobre cómo era la sociedad en aquellos años: cómo trataba el periodismo a las víctimas, cómo se mataba... Se hacía con una impunidad bárbara. Se metían en un autobús, ametrallaban a los policías, se iban y nadie había visto nada. La falta de contundencia de los gobiernos de entonces era bestial. Estamos donde estamos por todo eso que hemos vivido.

–¿Se necesitan de muchos ejercicios como este para sanar la enfermedad que sufre el País Vasco?
–Es cierto eso que dicen de que las películas no arreglan el mundo, pero a los que trabajamos en la cultura sólo nos cabe aspirar a tener la máxima influencia posible. Se trata de conocer mejor unos hechos para evaluar el presente. No sólo faltan películas sobre el tema, pues no ha habido las suficientes, sino que nadie es capaz de calcular en cuánto tiempo se cura esto. Se han alterado tantas cosas en la moral y el sentido de pertenencia e identidad, el valor de las leyes… que estamos en una fase de relatividad aberrante. No olvidemos que hay un porcentaje invariablemente alto que ha sido complaciente con ETA y que ahora, bajo otros discursos, ejercen un nacionalismo radical y dogmático. Aunque no puedas ser agresivo físicamente como hasta hace poco, existe el dogmatismo. A medida que tengan más cuota de poder se irá viendo. Hay una gran parte de la población que no quiere una sociedad para todos, sino a su medida.

–¿Conoce el perfil sociológico de los donantes del dinero?
–Además de las donaciones, hemos recibido muchos comentarios de ánimo, puede que incluyamos algunas de esas historias. El perfil es muy variado, de todas las partes de España, nos han dado desde 5 a 5.000 euros. La mayoría de las donaciones vienen de fuera de Euskadi, no conozco personalmente a casi nadie, pues solo unos pocos son amigos. Se mostraban deseosos de apoyar un proyecto así por solidaridad con las víctimas y porque conocen mis trabajos anteriores.

–¿Cómo ve el futuro del «crowdfunding» como fórmula de financiación para para películas como esta?
–Un documental es gama baja dentro del cine, pero esta industria, a su vez, es gama alta dentro de la cultura. Ya se busca financiación para festivales de música y me parece un fenómeno muy interesante. Hoy no hay facilidades para encontrar dinero de otras formas, el éxito de cualquier proyecto cultural es que pueda interesar a priori.

–¿Esta opción ofrece más libertad al creador?
–Tienes muchos más socios que en un proyecto convencional, pero todos saben lo que hago y les ofrece garantías. Salvo que lo hiciera muy mal. Nadie te va a dar una consigna, luego sentimos apoyo y tranquilidad.

La financiación colectiva permite ciertos beneficios sobre la película; con menos de cien euros, el inversor ya logra aparecer en los títulos de crédito del filme, además de una descarga gratuita cuando el filme esté estrenado. Hasta aquellos cuya cantidad superen los 1.000 que logran el derecho a entrar€como coproductor financiero en el proyecto, con un contrato de sociedad de participación, para tener la oportunidad de percibir una parte de los beneficios que genere la película.

 

«Se masticaba el miedo»
Así recuerda Arteta el País Vasco de aquel tiempo: «A principios de los 80, las ciudades vascas eran lugares empapelados de carteles y cada dos por tres había manifestaciones, una crisis muy fuerte y una democracia incipiente que no supo emplearse contra la banda. Ésta, a su vez, contaba con cientos de miles de militantes. Muchos pueblos daban cobijo a los terroristas; los no nacionalistas estaban desprotegidos. Los periódicos daban cuenta de lo que ocurría, unos por complicidad y otros ofrecían razones históricas. Se masticaba el miedo y había un convencimiento general de que lo nacionalista era lo políticamente correcto y que era adecuado matar por esa razón».