Literatura

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Receta de superventas

Para algunos, el «best seller» es un molde, una combinación de ingredientes, una categoría previa. Para otros, es sólo el termómetro de la recepción de la obra literaria. En general, los que están de acuerdo con la primera definición son los defensores del canon literario académico, y los de la segunda, los que apuestan por el «canon real», lo que se lee de verdad

Vila-Sanjuán, setenta historias de libros que son el «canon real»
Vila-Sanjuán, setenta historias de libros que son el «canon real»larazon

Con un pie en cada orilla de la vida cultural suelen estar más los periodistas que los eruditos, y uno de ellos, Sergio Vila-Sanjuán, es un ávido lector de volúmenes con varios ceros estampados en la portada como reclamo publicitario. En un ensayo intenta dibujar el árbol del que brotan.

Preocupaciones colectivas

«En contra de lo que se suele decir, un ‘‘best-seller'' no es marketing. Todo lo contrario. Lo que hace es crear tendencia, surgir como una sorpresa. Sí son marketing las secuelas, continuaciones o imitadores», asegura Vila-Sanjuán, que puso como ejemplo «Lo que el viento se llevó» o «El código Da Vinci». «Son imprevisibles», opina el autor de «Código best seller», que, en todo caso, cree que deben tener algo fundamental, «captar las preocupaciones colectivas», conectar con los fantasmas de la sociedad de un momento. Dan Brown escribe después del 11-S, con un mundo ávido de conspiraciones; Mitchell cuenta las tribulaciones de Escarlata O'Hara cuando empieza a esbozarse la lucha por los derechos civiles; incluso «Siddharta», escrito en los años 20 por Herman Hesse, erudito alemán y antibelicista, tuvo que esperar para tener éxito 40 años, hasta que el contexto fue propicio. «Fueron los hippies americanos de California los que adoptaron el libro, y luego, todo el movimiento contracultural. Casos parecidos son los de Bonjour tristesse» (Sagan) o «Doctor Zhivago» (Pasternak).

También hay argumentos para los que aseguran que los superventas se fabrican. Vila-Sanjuán los enumera: movilizan siempre grandes emociones, tienen un lenguaje claro que huye del barroquismo, están repletos de acción, intriga dosificada, y, en muchos casos, sin pudor a la hora de recurrir a «los recursos clásicos del viejo folletón y la novela gótica». ¿Ejemplos? Más de setenta, desde «Ivanhoe» (1819) hasta la trilogía «Milleniun» de Larsson (2006), y en el que caben «Los tres mosqueteros», «Cien años de soledad», «El principito», «El padrino», «1080 recetas de cocina», «Carrie», «La piel del tambor» y «¿Quién se ha llevado mi queso?». «Estos libros abren un espacio cultural», dijo el autor siguiendo una reflexión de José Antonio Marina, que prologa el volumen: «Leer satisface al cerebro humano porque su forma de conocimiento es narrativo», dijo el pensador. «A Harry Potter se le considera el mayor estimulador de la lectura de la historia de Gran Bretaña», remachó Vila-Sanjuán. «Leer nos hace más inteligentes. Nos lleva directamente, químicamente, a ser mejores», zanjó.


Dickens y los megaventas
Pocas veces ocurre, pero hay grandes éxitos de ventas que ponen de acuerdo a público masivo y académicos, como «Cien años de soledad» (García Márquez), «Historia de dos ciudades» (de Dickens, en la foto de arriba), o, al menos, escritos por intelectuales relevantes, como «El nombre de la rosa» (Umberto Eco). De esos cada vez hay menos, según Vila-Sanjuán, que ha creado otra categoría: los «megaventas» que superan los diez millones de ejemplares. La saga «Harry Potter», y la trilogía «Millenium», entre ellos. Españoles hay uno: «La sombra del viento», de Carlos Ruiz Zafón.