Argentina

«Ricardo III»: Jorge Eines vuelve al campo de concentración

El director, que ya montó «Himmelweg», aborda su primer Shakespeare desde una premisa similar: un grupo de prisioneros interpreta la tragedia para sus carceleros nazis

Una las escenas de «Ricardo III», que transcurre en un campo de concentración nazi
Una las escenas de «Ricardo III», que transcurre en un campo de concentración nazilarazon

Nunca una «G» estuvo tan impregnada de maldad como la inicial de Gloucester, el apellido del protagonista de la shakesperiana tragedia «Ricardo III». O «Gloster», como lo castellaniza la versión que estrena en Madrid un veterano director, Jorge Eines. Encarnación de la tiranía y la crueldad, hace correr ríos de sangre, incluida la de sus sobrinos, para mantenerse en el poder. Eines titula su montaje «RIII. La tragedia de Ricardo Tercero», y en él imagina a una compañía de prisioneros en un campo de concentración nazi que han de interpretar el texto de Shakespeare para sus carceleros. Por eso el montaje tiene apariencia oscura y sucia, y por eso sus personajes visten harapos.

«Hablar del Holocausto –explica el director argentino afincado hace ya décadas en Madrid– resulta bastante más fácil que hablar de realidades parecidas que tenemos muy cerca, porque el Holocausto es ya parte de la Historia». Y sigue: «Me preocupa la condición humana, esa parte testaruda que entiende que la muerte vale para tener el poder, o que el dinero puede pagar lo que uno es. O la acumulación, que el ser humano sea tan tonto que no entienda que a la tercera lata de caviar ya no se quiere más».


La farsa de Theresienstadt
Aunque Shakespeare pinta a Ricardo desde la primera página como la viva encarnación del mal, Eines se distancia del juicio rápido: «¿Viste "El hundimiento"? ¿A que es llamativo que en esa película aparezca Hitler como un abuelito encantador que acaricia al perro y a los hijos de Goebbels? Es muy fácil pensar que era un hijo de puta todo el día. Uno desearía que en su imagen se constatara una total y constante perversión. Pero el ser humano no es eso. El problema es que el hombre mata y acaricia. Y Shakespeare es muy grande: incluso cuando un personaje dice que sólo quiere el poder conmueve a una mujer, que piensa que se está arrepintiendo. Con Martijn Kuiper, el protagonista, hemos buscado las contradicciones de la condición humana».

Pero no cree el director que esta premisa se ajuste a lo que se ve en los escenarios españoles hoy: «Tenemos un teatro muy unilateral. Los actores han evolucionado, aunque los directores muy poco. Y tampoco la reflexión teórica alrededor del teatro». No es su único dardo. Él ha montado obras, entre otros, de Chéjov, Strindberg, Büchner, Miller y Beckett (ha estado hace poco en Madrid con otro montaje, «Tejido Beckett»), y dirigió durante años una sala de referencia, Ensayo 100. Pero ha esperado hasta ahora para debutar con Shakespeare. Muchos otros se atreven antes; él suelta una carcajada cargada de acusación: «¡Me llama la atención la impunidad! Yo tardé hasta los 60 años, tenía tanto respeto, tanto miedo... Porque Shakespeare implica el máximo nivel de expresión en la metáfora verbal, de vivencia en los conflictos y de implicación corporal». Y cita como referencias de auténtico disfrute algunos montajes de Cheek by Jowl, como «Cymbelline» y «Noche de Reyes», y el «Tito Andrónico» de Deborah Warner. Con «Ricardo III» no se animan muchos directores en España: se hizo en 1983 en el Español y Alex Rigola lo interpretó en clave mafiosa en 2005. Curiosamente, este año habrá «overbooking»: Ricardo Iniesta sigue de gira con otra versión de su compañía, Atalaya, y en unos meses Kevin Spacey visitará el Centro Niemeyer de Avilés con la versión que dirige Sam Mendes.

Cuenta Eines sobre su apuesta que «la ficción que hemos construido no lo es tanto, porque existió un lugar real, Theresienstadt, que los nazis crearon para hacerle creer al mundo que los campos de concentración eran un invento. Lo mismo que dice ahora Ahmadineyad, porque nazis hay todavía en todo el mundo; él es uno más». Al idílico campo de prisioneros fueron de visita en 1941 varios enviados de la Cruz Roja. Aquella farsa fascinó a Juan Mayorga, que escribió «Himmelweg. Camino del cielo», un texto del que Eines dirigió una versión en el Teatro San Martín, en Argentina. «Tuve la sensación de que se me quedaba corta la obra, necesitaba más búsqueda en ese tema: actuar para que no lo maten a uno».

El director explica sobre su ideario: «Me interesa un actor que no quiere que le diga cómo tiene que hacerlo, que entiende que la libertad que le doy es determinante en la construcción de ese objeto que es la obra, que un ensayo puede ser bueno o malo si hay libertad, pero si no hay libertad ni siquiera es un ensayo. La imaginación es el sustento técnico fundamental del actor». Él, director y profesor, lleva años empeñado en defender esta idea. Ahí están sus libros al respecto: el más reciente, «Repetir para no repetir» (Gedisa), se presentará en junio. Y vive, asegura, «un buen momento»: «Estoy instalado en una sensación de convicción, la de que estoy haciendo lo que tengo que hacer».


El detalle
LA TRANSFORMACIÓN DE MARTIJN KUIPER

El deforme Ricardo tiene aquí el rostro de Martijn Kuiper. «Martijn es un tío guapo, un protagonista de televisión. Pero no tuve la más mínima duda –dice Eines–. Durante cinco años fue alumno mío, y su fin de carrera fue con "Ricardo III", junto a Danai Querol, que es Lady Ana. Yo no había hecho nunca un Shakespeare porque no me sentía capaz. Después de años de clases me animé. Y la constatación de que sabíamos me la dio el momento en que hicimos la escena con ellos».



- Dónde: Teatro Español (Sala pequeña). Madrid.
- Cuándo: desde hoy hasta el 17 de abril.
- Cuánto: 16 euros. Tel. 91 360 14 80.