Cambios en el PP

De encuestas y esquelas

Tomás Gómez me resulta simpático, pero su liderazgo es una coña. Jorge Alarte no ha cuajado en dos años y ya no va a cuajar 

La Razón
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Obnubilados por el despliegue tipográfico de la última pantanada demoscópica, andan los populares convencidos de que a Rajoy se le ha puesto cara de Mourinho. «¡Un ganador!», proclaman, aparcando la evidencia de que el Madrid no ha conquistado aún un solo título. La emoción con que abrazan las encuestas invita a pensar que, en un ejercicio de política ficción, optan por celebrar ahora el triunfo que nadie les asegura de aquí a dos años. Cabe pensar que su euforia es directamente proporcional al objetivo único que tienen entre ceja y ceja, que es ganar, ganar y ganar. O afinando más, ganarle a Zapatero, descabalgarlo, tumbarlo y enterrarlo. Que el predicamento del presidente del Gobierno se ha quedado en las raspas no lo niegan ya ni los zapateristas más conspicuos, pero tantas veces lo enterraron antes y tantas otras resucitó. No tengan prisa en encargar el epitafio porque el poder, que tanto desgasta, es también una imprevisible fuente de vida. No es por tocarle las narices a Rajoy, pero el autor intelectual de la crecida popular no es otro que el propio presidente, incapaz de atajar el desmoronamiento gubernamental y apeado de su condición de gurú por la deriva errática que ha contagiado –o consentido– a todo su Gobierno (Pérez Rubalcaba, sonadamente ausente del debate económico de estos días, es la excepción). Aunque comparto la impresión de que el descrédito sufrido por Zapatero entre su propio electorado es difícilmente reversible, no le doy ya por amortizado. Cara a la meta volante del año próximo, y vistas las últimas encuestas publicadas, lo que debiera agobiar al PSOE es su fracaso en las dos autonomías del PP donde hicieron negocio los gurtelianos. Mientras los populares acarician el poder en comunidades que les han sido esquivas, los socialistas ven cada vez más lejos el vuelco electoral en Madrid y en la Comunidad Valenciana. Tomás Gómez me resulta simpático, pero su liderazgo es una coña. Jorge Alarte no ha cuajado en dos años y ya no va a cuajar. Los socialistas han desperdiciado la legislatura autonómica en estas dos plazas, con el viento a favor de la Gurtel, de los espías de Aguirre y del desvarío discursivo de Francisco Camps. Tal como andaluces, extremeños y castellano manchegos no han conocido otro partido en el gobierno que el PSOE, los madrileños y valencianos que hoy tienen quince años no han conocido otro gobierno autonómico que el del Partido Popular. Volcada la dirección del PSOE en atender la urgencia de apuntalar al Gobierno central, no le va a quedar tiempo para remontar la partida en las comunidades adversas. En Ferraz falta equipo; no hay segunda línea de mando y la primera, Zapatero y Blanco, está ahora mismo en lo que está. Si Francisco Camps, en un insólito rapto de lucidez, deja de envolverse cínicamente en la senyera y examina despacito los sondeos, entenderá por qué en la calle Génova son mayoría los que le ven finiquitado. A Jorge Alarte le ganará cualquiera. Sólo falta que hable Rajoy, que tiene de Mourinho lo que Pellegrini de Guardiola.