Debate Estado Nación
Zapatero se escuda en las Cortes para justificar su silencio
Nunca antes nuestra Constitución había celebrado un aniversario en Estado de Alarma; nunca antes el Palacio de la Carrera de San Jerónimo había sido escenario de un cumpleaños de nuestra Carta Magna con el Ejército al mando del espacio aéreo; nunca antes un presidente de Gobierno había recibido un abucheo tan sonoro como el que se escuchó ayer en las inmediaciones del Congreso
Nunca antes los servicios de seguridad de la Cámara Baja habían sometido a semejante «placaje» a los informadores y nunca antes la tercera autoridad del Estado había pronunciado un discurso tan poco institucional como el que ayer se escuchó por boca de José Bono. Así que el 32 aniversario de la Constitución pasará a los anales de la historia, y no sólo por el Estado de Alarma decretado por un Gobierno socialista.
Ya amanecía la mañana con críticas en todas las ondas por el clamoroso silencio de un presidente que prefirió que fuera su «vicetodo» quien diera explicaciones al país tras la orden de militarizar las torres de control de los aeropuertos. Y según avanzaba el mediodía la multitud que se congregó a las puertas del Congreso no presagiaba un buen recibimiento para Zapatero. Fue bajar del coche y empezar los abucheos («fuera, fuera»). La protesta se tornó en ovación a la llegada de un Rajoy recibido con gritos de «presidente, presidente».
Ahora bien, ni las críticas más implacables, ni los abucheos de la calle, ni las cada vez más sombrías encuestas, ni sus pronunciadas ojeras desdibujaron la sonrisa del presidente del Gobierno, que decidió esta vez parapetarse tras el Parlamento para justificar su desaparición de los últimos tres días. Sí, como lo leen, Zapatero arguyó que sus primeras explicaciones debían ser ante el Parlamento, donde acudirá el próximo jueves. Defendía así el reparto de papeles decidido en el seno del Ejecutivo para responder a la crisis desatada tras el inaceptable chantaje de los controladores aéreos.
Zapatero recordó que la declaración del Estado de Alarma está recogida en la Constitución en el capítulo de relaciones entre el Gobierno y las Cortes Generales, ya que es un supuesto en el que el Poder Ejecutivo tiene más facultades que en periodo ordinario. Es por esta vinculación, que el presidente calificó de «muy significativa», por lo que reiteró que su primera comparecencia debía hacerse en la sede de la soberanía nacional, y que estos días atrás ofreciesen las explicaciones pertinentes Rubalcaba y el ministro de Fomento, José Blanco. «En una situación de esta naturaleza, creo que el Parlamento ha de ser quien tenga la información exhaustiva y en el menor tiempo posible», enfatizó. Esta fue una primera versión de por qué no fue él quién dio la cara. Pero daría otra a lo largo de la mañana, que era algo así como que su aparición para declarar el Estado de Alarma hubiera inquietado a la ciudadanía y por eso se decidió una estrategia gradual de comunicación.
Ambas versiones se le escucharon en una mañana en que los servicios de seguridad de la Cámara Baja había recibido instrucciones de impedir «como fuera que los periodistas preguntaran o se acercaran al presidente del Gobierno. Aún así hubo algún avezado que rompió el cerco y logró que Zapatero dijera que el quién y el cuándo se informaba de la crisis formaba parte de todas las medidas adoptadas y que éstas habían sido eficaces: «La decisión y cómo el Gobierno informa ha dado los resultados buscados y esperados, que era restituir la normalidad en menos de 24 horas». También desvelaría que Rajoy le deseó que tuviera «buena mano» cuando le informó de su decisión de militarizar el espacio aéreo y declarar el Estado de Alarma.
No dio más detalles ni de aquella conversación ni de la que ayer mantuvieron los dos en una esquina del Salón de los Pasos Perdidos, pero sí dijo que contaba con el respaldo del PP al Gobierno ante el decreto de declaración de alarma que tendrá que explicar el jueves ante el pleno de la Cámara. Fue todo lo que dio de sí el presidente del Gobierno durante la recepción del 32 aniversario de la Carta Magna. Porque ahí estuvo José Bono para irrumpir en el único corrillo que Zapatero hizo con periodistas, y arrastrarlo literalmente del brazo a su despacho. No crean que el resto de ministros dio para más. Ni siquiera Rubalcaba que, siempre presto a la charla y las explicaciones, ayer se conjuró para no responder una sólo pregunta si no era con ironía: «No, si al final les tendremos que pedir perdón a estos chicos tan buenos», dijo en alusión a los controladores aéreos. El único que no puso peros a las preguntas, el de Fomento, José Blanco.
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