Lima
La impredecible victoria de la segunda vuelta
Los últimos sondeos apuntan a un empate técnico entre Fujimori y Humala
LIMA- Bajo un clima incierto y polarizado, 19,9 millones de peruanos acuden hoy a las urnas para optar entre el nacionalista de izquierda Ollanta Humala y la derechista Keiko Fujimori, en una segunda vuelta presidencial con un desenlace dramático, imposible de prever. Pero los peruanos acuden con más miedo que alegría a la cita, conscientes de que su voto podría determinar el futuro de un país condenado por la clase política. Y es que en estas elecciones se han colado nuevamente apellidos que representan la corrupción, la dictadura, la burla del Estado de Derecho y el desprecio por los derechos humanos.
La hija del ex presidente, ahora preso –fue prácticamente la primera dama de Perú a los 19 años y posteriormente congresista a los 31–, ha forjado una precoz carrera política a la sombra de su padre. Uno de los mayores temores que despierta en sus opositores es la eventual liberación de su padre: «Generaría una situación muy difícil, pues encontraría una oposición social muy fuerte y los problemas de gobernabilidad serían muy grandes», aclara a LA RAZÓN el historiador Nelson Manrique.
Humala apareció por primera vez como candidato en 2006, convirtiéndose en un fenómeno de aceptación popular. Se caracteriza por un estilo autoritario, aunque ha sabido suavizar su discurso para seducir a las clases medias y altas. La campaña se ha caracterizado además por una satanización de Humala por parte de los mayores grupos de prensa peruanos, que perciben en él una amenaza a la democracia. El primer capítulo de los ataques fue la acusación hecha por un ex diplomático estadounidense de que el presidente Hugo Chávez le envió 12 millones de dólares a Humala para financiar su actual campaña.
La última encuesta divulgada el viernes pone a Humala con ventaja de 3,6% sobre Fujimori, en tanto que en otra pierde por 1,2%. El jueves, dos sondeos daban la victoria, cada uno, a un candidato. Pero las cuatro consultas señalan empate técnico. Una final de infarto en un duelo marcado por la guerra sucia.
«El Chino» seguirá las elecciones desde su cárcel de oro
Alberto Fujimori pasea por su jardín privado, en el interior de la cárcel de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía (Diroes). Le preocupan sus flores, que cuida con gran dedicación mientras pinta un cuadro de vivos colores. Desde esta cárcel de oro, el ex mandatario monitorea todos los pasos de la candidatura de su hija, Keiko, pese a estar cumpliendo una pena de 25 años de cárcel por casos de derechos humanos. De hecho, el ex presidente tiene a su disposición un auditorio alfombrado y con aire acondicionado, además de televisión, radio, internet y acceso a periódicos y revistas. También tiene un sillón de masajes. Fujimori está encerrado en un centro que en total tiene 10.000 metros cuadrados, en el distrito limeño de Ate Vitarte. Es el único inquilino de un recinto penal muy especial. El ex jefe de Estado (1990-2000) goza de amplios espacios y de un particular clima, ya que este barrio, al estar más alejado de la costa, es más templado. Sólo su celda, con baño privado, tiene 50 metros cuadrados. Una cárcel que podría abandonar muy pronto si su hija gana estas elecciones.
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