Estados Unidos

Twitter fuente de información

Twitter es un cauce abierto entre los periodistas y su público, un modo de responder a sus preguntas, de contestar incluso a sus acusaciones 

La Razón
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Las redes sociales se han convertido, poco a poco, en una herramienta casi imprescindible para cualquier periodista. Especialmente Twitter tiene enganchados a miles de profesionales de esto de la comunicación, que han encontrado en este invento una manera de dar rienda suelta a todo aquello que no pueden o no deben decir a través de los medios tradicionales. Además, han pasado a ser también un cauce abierto entre los periodistas y su público, un modo de responder a sus preguntas, de contestar incluso a sus acusaciones… En definitiva, en un auténtico canal bidireccional de información, símbolo de la web 2.0.

Sin embargo, para bien o para mal, las redes sociales también se han convertido en una fuente de información. En primer lugar, porque todos los grandes medios disponen de cuenta en Twitter y tuitean sus noticias a través de esta red social, muchas veces antes incluso que en su propia página web, pues es más fácil resumir una noticia en 140 caracteres que elaborar una información concienzuda, con imágenes, titular… Pero, ¿cuál es el problema? Pues que los propios periodistas, ya sea a título individual, ya como medios de comunicación, también utilizamos las redes como fuente de información. Evidentemente, cualquier buen profesional debe saber distinguir qué fuente es fiable y cuál no lo es, pero a veces esa frontera resulta engañosa. Un claro ejemplo es el sucedido la pasada semana, el día 4 de julio, cuando alguien se introdujo en la cuenta de Twitter de FoxNews, el canal propiedad de Rupert Murdoch y de talante claramente conservador, y escribió la noticia de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, había sido asesinado de varios disparos.

Es de imaginar que nadie o casi nadie creyó la noticia, por mucho que viniese de un canal verificado como es FoxNews, y no es menos cierto que, aunque algún medio hubiese dado pábulo a dicha información, no se habría atrevido a publicarlo sin confirmarlo previamente. Sin embargo, si la noticia hubiese sido otra menos «espectacular» y, por tanto, más creíble, no sería de extrañar que muchos tuiteros la hubiesen dado por buena, por venir de un medio de prestigio, y la hubiesen retuiteado. Y es que, si alguien fuese capaz de «hackear» la cuenta de Efe, de Reuters, de Ap o de France Press, y colasen una noticia posible, serían muchos los medios y periodistas que la darían por buena, pues son fuentes fiables. ¿Confirmamos regularmente las noticias que nos llegan por agencia? Pues salvo que se trate de una exclusiva o de algo muy impactante, lo normal es que no.

Pero, ¿y si la noticia llega a través de un tuitero anónimo?, ¿y si es alguien que asegura ser testigo directo de algo que está ocurriendo y no hay manera de verificarlo?, ¿y si se trata de un protagonista directo de la noticia? Es difícil saber qué hacer en esos casos. Lo normal es que tratemos de contrastar la información, pero en el modo actual de hacer periodismo se valora más la rapidez con que se publican las noticias, ser el primero, que su credibilidad.

Son muchos los medios que prefieren equivocarse y publicar una noticia falsa o equivocada, y si es necesario rectificar después, que contrastar o verificar la información si eso retrasa su publicación. Hemos entrado en una carrera por ser los primeros, más que por ser los mejores. No hace mucho las redes sociales mataron a Marcelino Camacho días antes de que muriera de verdad y, poco después, también dieron por muerto a Manu Leguineche, que aún sigue vivo.

Prudencia tardía o imprudencia rápida. ¿Más vale pedir perdón que pedir permiso? Lo cierto es que incluso la rectificación se está perdiendo y si nos equivocamos, pues no pasa nada. Hacemos una fe de errores si equivocamos un nombre, pero no sí anunciamos unas elecciones anticipadas que luego no se anticipan o una dimisión que luego no es tal. ¿Dónde está la ética?