Londres
El haz y el envés
En un glosario de 1914 Eugenio D' Ors ensalza la austeridad: «La frondosidad de un árbol viene de aquellas ramas que un tiempo le fueron podadas. Fuerte es una prosa por las cosas que no se dijeron. Fuerte un poema por las imágenes que allí se han menospreciado. Fuerte una arquitectura por los ornamentos que se supo despejar. Y fuerte un amor por los besos que no se han dado». En la vallisoletana Olmedo (de 4.000 habitantes) ha pasado sus vacaciones Nick Clegg, viceprimer ministro británico siguiendo a su mujer que es lugareña. Desde hace quince años se instala en la casa de su suegra para robarle las croquetas mientras enlaza videoconferencias con Londres. En pantalones cortos desayuna en un mesón, empuja el carrito de sus hijos y hace bicicleta por los caminos. El pueblo sigue con su plácida vida sin tráfico de coches aparatosos, y si cuenta con custodio no se les ve. Reino Unido es uno de los grandes de la UE y una potencia nuclear, pero Clegg no merece papel couché. Congresistas estadounidenses han pedido las facturas de las vacaciones de Michelle Obama cuando vuelva a arrugarse el ombligo de Wall Street. Ha hecho un viaje de nueva rica, de consorte privilegiada, pudiendo haberse solazado en Camp David. Nosotros padecemos también esa confusión entre lo privado y lo público de los cuales Nick y Michelle son el haz y el envés. A la primera dama le hemos bailado el agua como los palmeros del Sacramento y no va a dejar una estela de millones de dólares como suponen los econometras que, como los meteorólogos, sólo saben decir que puede llover o escampar. Hay corrupción en la política británica, hasta sexual, pero su discreción es una norma y el alarde hortera de un pecado social.
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