Andalucía
El Rocío: fe al son de sevillanas
La calma que reina durante el año a orillas de las marismas del Guadalquivir empieza a desaparecer. Los peregrinos inician esta semana la romería más grande de España. Después de atravesar a pie el Parque Nacional de Doñana, nos espera la «Blanca Paloma»
Dicen de ella que es la tierra de la luz, pues aquí el sol brilla diferente, más aún cuando cae la tarde y el horizonte se tiñe de un intenso color rojo. La provincia de Huelva se vive al aire libre y nos invita a recorrerla a pie, tanto que uno de cada tres pasos que damos son sobre un espacio natural protegido.
Basta con pronunciar las palabras «espacio natural» para que se adueñe de nuestra cabeza la estampa de Doñana, una enorme extensión protegida que atesora una riqueza biólogica de reconocida importancia internacional. Parque nacional, Reserva de la Biósfera y Patrimonio de la Humanidad, Doñana es la joya mejor conservada de la provincia. Y el destino más buscado durante estos días, pues en su interior, a orillas de las marismas del río Guadalquivir y bajo la atenta mirada de miles de aves, se alza, tranquila e imperturbable, la aldea del Rocío y la hermosa imagen de la «Blanca Paloma».
Esencia de Andalucía
Adentrarse en este pequeño pueblo es como beberse un trago de la esencia más pura de Andalucía: sus calles, de fina arena y salpicadas de árboles, son la alfombra de un sinfín de casas blancas abarrotadas de balcones y ventanas vestidas de flores de colores. Y en el centro, a un paso de las marismas donde campan a sus anchas miles de flamencos, la esbelta silueta de la Ermita del Rocío. Ahora la aldea aún permanece tranquila, pero esta misma semana será un hervidero en la que se darán cita más de un millón de personas, ansiosas de tocar o, simplemente, de ver a un palmo la imagen de su Virgen, una pequeña escultura de poco más de un metro de altura de principios del siglo XV.
Sin embargo, antes de lograr la ansiada meta, hay que hacer el camino, si es posible, a pie o en carreta, aunque siempre ataviados con un buen sombrero. Andando, manchándonos los zapatos de polvo y arena, calmando la sed que provocan las altas temperaturas a base de rebujito –esa deliciosa mezcla de vino Manzanilla con gaseosa que calma la sed y exalta el ánimo– y tocando las palmas al son de la música, entendemos la mágica unión del fervor religioso con la alegría típica de una fiesta. Esa amalgama de sentimientos que, a primera vista, podría parecer contradictoria, es el alma del Rocío, una experiencia que hay que vivir para entenderla.
La intensidad de los días vividos en el camino y en la aldea del Rocío nos obliga a reponer fuerzas. Si el cuerpo nos pide relax, no hay que irse muy lejos, pues a pocos kilómetros de Almonte se encuentran algunas de las mejores playas del sur de la Península Ibérica. Sin salir del Parque Nacional de Doñana, el litoral de Matalascañas hace las delicias de aquellos que buscan un remanso de paz frente al mar, sin la necesidad de luchar por colocar la toalla en un trocito de arena.
Al otro lado de la costa, próximos a la desembocadura del Guadiana, las playas de Islantilla aseguran la diversión para toda la familia. Alojamientos como Puerto Antilla Gran Hotel, especialmente pensado para los más pequeños de la casa, combinan relax, buena gastronomía, ocio y entretenimiento.
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