Eurogrupo

El maldito embrollo europeo por Martín Prieto

La Razón
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La primera mitad del siglo XX fue un lago de sangre, luego derramada en todos los continentes, a causa de los nacionalismos europeos, empezando por el serbio (apoyado por el ruso) y el austrohúngaro, secundado por Alemania. En la primavera de 1951, con el subcontinente aún repleto de escombros y las catedrales desmochadas, un puñado de hombres singulares que habían leído «La paz perpetua» de Emanuelle Kant propiciaron la Comunidad Europea del Carbón y del Acero colocando la piedra sillar de la actual UE: Robert Shuman, Jean Monet (ministro francés de Asuntos Exteriores) y los democratacristianos Alcide de Gásperi, italiano, y el anciano alemán Konrad Adenauer, un maestro de escuela. La idea era sencilla para tiempos difíciles y por ello prosperó: con la tecnología de entonces si se controlaba la producción de acero y carbón se yugulaba el armamentismo expansivo. Kant elucubraba sobre una federación europea en la senda del continentalismo de Carlomagno pero nunca pudo prever que naciones que han conformado la Historia de la Humanidad se quieran federalizar por implosión con lo que la Unión Europea será un cesto de cerezas con el rabito tirando unas de otras. Escocia se unió a Gran Bretaña por un pacto que como tal se puede denunciar. En las antípodas de lo que pueden alegar los independentistas catalanes, vascos o gallegos, pero su referéndum da alas a los sociópatas que quieren vivir solos en claro espíritu antieuropeísta aunque presuman de lo contrario. Triunfantes en Amberes los flamencos secesionistas tienen elecciones generales en 2014 (coincidiendo con la consulta escocesa) y si se produce la constelación de los astros despertará la Padania italiana, los corsos, los normandos y hasta los prusianos. El camino de regreso de la UE hacia los regionalismos más estrechos de frente en una crisis letal peor que la financiera internacional. La paz no es ausencia de guerra sino de conflicto y, así las cosas, no se comprende el Nobel que nos han concedido. Los citados padres de Europa no se hubieran levantado de sus tumbas para recogerlo en Oslo y bailar el vals.