Valencia
Silveti se desquita con una vuelta al ruedo en Madrid
Novillos de Guadalest y dos sobreros (5º y 6º) de La Constancia, correctos de presentación y justos de fuerzas, salvo 4º, 5º y 6º, de poco juego, en general. Los más potables, 2º y 3º. El 5º, mansito. Cristian Escribano, de verde oliva y oro, estocada caída (silencio); estocada atravesada (ovación). Diego Silveti, de verde y oro, pinchazo y estocada buena (vuelta al ruedo tras petición); tres pinchazos, estocada desprendida (silencio). Mario Alcalde, de gris plomo y oro, pinchazo, estocada desprendida, aviso (silencio); estocada, aviso (saludos tras petición). Más de media entrada.
«Hombre, ¿qué tal, Pepe? ¿Estuviste ayer en Valencia?», así comenzaron buena parte de las conversaciones que tuvieron lugar hoy en Las Ventas, que celebró esta noche su cuarta novillada del ciclo de nocturnas programadas para julio. Y es que la vuelta de José Tomás, hijo predilecto del coso madrileño más que de ningún otro, absorbió todo. Quién más, quién menos, hasta se aventuraba ya a pensar en sacarlo a hombros la próxima temporada calle Alcalá arriba. «¡Cómo toreó! ¡Vaya gaoneras! ¡Qué muletazos! Y ése presidente...», decían los privilegiados testigos de la resurrección del Mesías de Galapagar. Parecía no importar la presentación en Madrid de Mario Alcalde, ni el regreso del aplicado Cristian Escribano, ni siquiera la despedida de novillero de un Diego Silveti que demostró estar listo para, al menos, competir precisamente con José Tomás, que le debe dar la alternativa en la Begoña gijonesa.
El torero de dinastía se resarció de su cuasi inédito paso por San Isidro, donde se topó con un lote infumable, dando la vuelta al ruedo tras petición al término del segundo Guadalest del festejo. Precioso salpicado, el burel estaba en el límite de fuerzas como el resto de sus hermanos de camada -salvo el cuarto-, pese a su noble condición. Tras mecer el capote a la verónica con gusto, Silveti, consciente de su buen son, lució su precioso galope dándole distancia. Bueno el tranco. Alegre, pese a la flojeza. Tras dos series sin someterlo, a su aire, el azteca corrió la mano con buen gusto en la tercera y trazó buenos derechazos. Apareció el temple y, sobre todo, la ligazón. La plaza despertó en un suspiro. Al natural, bajo la intensidad, por lo que volvió en redondo para calentar de nuevo al tendido. Subió la temperatura un poco más con las bernardinas de remate. Citando muy en largo. Habitual en Silveti. Emocionantes. Pinchó al primer embroque antes de enterrar una buena estocada que, de no haber mediado el hueso antes, habría merecido la oreja como premio al conjunto.
En el quinto, mansurrón sobrero de La Constancia que arrolló a su matador y fue picado con dureza, el diestro dinástico que abandera la cuarta generación de su saga volvió mostrar su solidez. El utrero, dolido con el castigo, buscó el abrigo de las tablas para cobijarse y allí se fue Diego Silveti, para arrancar hasta la última gota de su último novillo. Sosote y acorbadado, tuvo que ponerlo todo el que iba de luces. Silveti se arrimó a un metro escaso del estribo para sacarle pases y pases a la res. Destacaron los naturales ligados con el cambiado por la espalda. Imposibles, los segundos, sin apenas espacio para que pasara el mansito al que pasaportó, esta vez, sin estar tan fino con la espada.
Cristian Escribano hacía su tercer paseíllo de la temporada en el ruedo venteño y volvió a demostrar que se trata de un novillero aplicado. El madrileño porfió con el orientado primero, que se acostaba en el viaje y le marcó la cornada en cuatro o cinco ocasiones. Resistió el novillero que, además, tuvo que medrar con el vendaval durante su trasteo. Tampoco era el «torito» de 530 kilos que hizo cuarto un novillo de triunfo, pero Escribano volvió a buscarle las tuercas a su oponente para ganarle la partida. Labor de largo metraje y alto contenido técnico. Faena sesuda. De firmeza y tesón, coronada con un soberano arrimón, ante un castaño sin demasiada transmisión.
Cerró la terna el debutante Mario Alcalde, venía de estrenar la Feria de Santiago, en la misma Santander que habló maravillas de él en 2010. Esta vez no hubo suerte y en Madrid, tampoco. Por mucho que el paisanaje le pidiera la oreja del sexto después de calentar un poco el cotarro con unas manoletinas que rápidamente engarzó con una estocada entera. Gustó en el inicio de faena al tercero y en los cambios de mano, poderosos, pero pecó en ambas faenas del mismo defecto: la colocación. A cada muletazo le seguían tres, cuatro, pasitos, para colocarse que impedían la ligazón. Y en Madrid, sin ella, todo se convierte en un pedregal difícil de transitar.
Más llano parece el camino para Silveti. Buena dimensión. La alternativa está ahí, en Gijón, a la vuelta de la esquina. La segunda que oficiará José Tomás, ése que hoy estaba en boca de todos y en todos lados. Ése que resucitó en Valencia para resucitar el toreo.
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