Conciertos
Cambio de Turno por Antonio PÉREZ HENARES
El último sonido del día es de un mirlo. Revuela vocinglero y escandaloso por los pies de los matones de encina donde quizás vaya a dormir. Pero sus gritos, poco a poco, se hacen más quedos y se van transformando en recatados gorjeos más acordes con la creciente quietud del crepúsculo. Luego el mirlo también guarda silencio.
Pero justo cuando se aguza el oído por si de nuevo se le ocurre un postrer canto o un último revuelo, después de un silencio pleno y sereno que pareciera apoderarse por completo de la creciente oscuridad de la tierra, quien lanza su primera nota es precisamente un grillo. Es sólo y en principio una nota. Un acorde aislado y apenas mantenido. Como un ensayo para templar el instrumento. Pero a poco reinicia el movimiento sonoro. Y luego otro lo acompaña y otro y otro. Pronto de la tierra oscura brota la melodía y en algún momento la coral completa comienza el concierto.
El mirlo solitario y la orquesta de los grillos han protagonizado un anochecer más el cambio de turno en la Naturaleza, el relevo de la guardia en el bosque. En la tierra. En los cielos ya ha comenzado otro relevo y ya puede el hombre comenzar a contar estrellas. Aunque es muy posible que la primera que sea resulte ser lucero.