Europa

Irak

La «gripe» tunecina contagia al mundo árabe

Los relevos previstos al frente de Arabia Saudí, Egipto o Argelia pueden tambalearse

DESCARGUE EL GRÁFICO COMPLETO EN «CONTENIDOS RELACIONADOS»
DESCARGUE EL GRÁFICO COMPLETO EN «CONTENIDOS RELACIONADOS»larazon

MADRID- El desplome inesperado del régimen de Ben Ali en Túnez ha activado la teoría del contagio en la región pero ¿es un espejismo o una realidad? La explosión demográfica en el Norte de África y Oriente Medio no ha podido ser absorbida por sus modestos mercados laborales, que han sufrido por añadidura las dimensiones de la crisis internacional. Hasta 2008, muchos jóvenes encontraban una salida en la emigración, pero la pésima situación de las economías del sur de Europa ha estrechado esta vía de escape. En Argelia, cada año, 120.000 ciudadanos tratan de hacerse un hueco en el mercado laboral.

El déficit de oportunidades que sufren las sociedades árabes unido a la carestía de los productos básicos ha sido el caldo de cultivo del creciente malestar social.

Los ingredientes demográficos, sociales y económicos que se dieron en Túnez se repiten en los países árabes a los que se suman sus propias problemáticas políticas. Egipto o Arabia Saudí se enfrentan a procesos de sucesión difíciles. Líbano o Irak están permanentemente amenazados por el vacío de poder a causa de un Estado que no termina de funcionar. Siria o Libia, por su parte, son sistemas inmóviles y Sudán o Yemen se encuentran amenazados por la secesión.


Pérdida de autoridad
Fuentes diplomáticas afirman que la caída de Ben Ali se produce debido a una pérdida de autoridad que viene desencadenada por las protestas. La negativa del aparato de seguridad a disparar a la multitud resulta determinante y precipita su huida. De acuerdo con esta teoría un desplazamiento en cadena del conflicto se produciría si se dieran las mismas condiciones de soledad del gobernante y pérdida de apoyo.

El catedrático arabista de la Universidad Complutense, Serafín Fanjul, advierte de que «no se puede aplicar de una manera mecánica la situación de un país a otro». Recuerda que «los estallidos de cólera popular» se repiten en estos países cada cierto tiempo. De ahí a que se produzca un cambio de régimen «es sumamente difícil», añade. Fanjul también duda de que el proceso iniciado en Túnez termine en una democracia liberal.

Sin embargo el editor de la publicación egipcia «Democracy», Asmi Ashour, cree que la «expansión de la corrupción y la pobreza en la sociedad egipcia» ha recrudecido el descontento popular y ha fortalecido el movimiento opositor juvenil.

Las monarquías absolutistas (Arabia Saudí) o «repúblicas monárquicas» (Egipto o Argelia) inmersas en un proceso de sucesión podrían ver sus planes tambalearse a raíz de la revolución del jazmín. Para Ashour «el régimen egipcio va a tener más complicado plantear a la población la sucesión de Gamal Mubarak (hijo) porque se arriesga a que la población se revuelva como en Túnez». Igual ocurre con el presidente Abdelaziz Buteflika (73 años), cuyos problemas médicos han disparado los rumores de que su hermano Said podría asumir su cargo. El periódico argelino «El Watan» cuestionaba recientemente que se pudiera producir este hipotético relevo de poder con el actual nivel de crispación de la calle.

En las monarquías jordana o marroquí la figura del rey suele salvarse de la ira social, que se dirige hacia el primer ministro. El editorialista del periódico «Al Arab Al Yawm» precisaba en «Le Monde» que «si el rey Abdalá II cesa a su "premier"por la presión popular sería él quien se quedaría en la primera línea de fuego».

Las alteraciones en todo caso supondrán un punto de inflexión. Nadie supo prever la caída de Ben Ali y nadie puede asegurar que los cambios en el mundo árabe no sean más rápidos de lo que los autócratas desean.


Disturbios en Argel
Al menos 32 personas resultaron heridas ayer en enfrentamientos entre efectivos de las fuerzas de seguridad y un grupo de manifestantes opositores que exigían la derogación del estado de excepción. La manifestación, no autorizada, fue convocada por la Reagrupación por la Cultura y la Democracia, el principal grupo opositor. con presencia en el Parlamento.