«Restless»: Amor y muerte

Hay que ser Van Sant para filmar la primera noche de amor entre dos adolescentes señalados por la muerte –ella, enferma terminal de cáncer; él, adicto a los funerales– y no parecerse al Bill Condon de «Amanecer». La comparación no es gratuita, porque la película está protagonizada por dos jóvenes cuya atracción debe vencer los obstáculos que la muerte ha colocado en su camino. Es mérito de Van Sant haber sabido trascender el tono de novela rosa o de telefilme de sobremesa de la historia. La sensibilidad con que filma la pérdida de la virginidad de Anabel y Enoch (Wasikowska y Hopper, excelentes) es la que cubre las imágenes de una película cuya nitidez fotográfica parece representar la sensación de un sueño en estado de vigilia. El problema es que «Restless» está impaciente por gustar a todos, y la ternura de Van Sant hacia los cuerpos de la adolescencia parece convertirse en una excusa para acariciar su piel y compartir sus juegos, pero nada más.