Barajas

Dos años esperando los huesos de un soldado de la División Azul

Guillermo Martínez Balaguer era contable, de familia acomodada. Tenía 24 años y decidió alistarse a la División Azul para luchar contra el comunismo estalinista. Su misión se encontraba en el frente de Leningrado y su destino, una de las más cruentas batallas de la II Guerra Mundial: Krasny Bor.

Dos años esperando los huesos de un soldado de la División Azul
Dos años esperando los huesos de un soldado de la División Azullarazon

A las 6:45 de la mañana del 10 de febrero de 1943, entre 600 y 800 piezas de artillería rusa lanzaron toda su furia contra el frente donde se apiñaban los soldados españoles. De los cinco mil que estaban aquel día en las trincheras bajo cero, la mitad perecieron bajo los proyectiles rusos. Uno de ellos era Guillermo Martínez Balaguer. Un proyectil de obús alcanzó su posición pero no murió de inmediato, agonizó junto al capellán.

María Teresa Martínez Castanedo es su sobrina. Vive en Laredo y desde hace dos años trata de que le devuelvan los restos de su tío para enterrarlos en su tierra junto a su familia. Su única referencia es el Ministerio de Defensa, pero allí encuentra siempre un «vuelva usted mañana como el de Larra».

 

La buena voluntad de algunos de los trabajadores del Ministerio no se corresponde con el interés real del departamento, que mientras se preocupa vivamente en quitar estatuas y calles de militares del bando franquista, no actúa para rescatar los restos de los españoles muertos en el frente ruso. El caso es que el cuerpo del soldado Martínez Balaguer está exhumado desde octubre, pero el papeleo se eterniza y los restos no llegan. En enero de 2008, María Teresa empezó la búsqueda de su tío y los contactos con Defensa para traérselo. En primer lugar tuvo que escribir al archivo de Historia Militar de Ávila para ver si tenían noticias allí de la ubicación exacta de su familiar. Investigando dieron con papeles que lo situaban en el cementerio alemán de Pankoska, en la zona destinada a los españoles muertos en la batalla. Y una vez hallado empezó el calvario. Papeles y papeles que se retrasan indefinidamente, problemas con la extradición del cuerpo, y largas varias. La gota que colmó el vaso de la paciencia de la familia llegó en el mes de octubre pasado, cuando tras conocer que el cuerpo había sido exhumado, desde el Ministerio de Defensa se les exigió el pago de mil euros para completar los trámites. Pero la familia se negó rotundamente, esgrimiendo que si el Estado se gasta miles de euros en agujerear Granada en busca del cuerpo de Federico García Lorca, que nadie ha reclamado, ellos no piensan pagar un euro por traer a su allegado.

 

Consideran que es deber del Estado traer a los ciudadanos españoles muertos más allá de nuestras fronteras, estén donde estén y fueran quienes fueran. Nueve meses después de aquel aviso, el 14 de junio, los restos de Guillermo Martínez Balaguer llegaron por fin a España. La entrega de su cuerpo, lejos de la dignidad que se supone a un soldado, siquiera a un ciudadano español, se produjo en el aeropuerto de Barajas, con los huesos metidos en una caja. Guillermo ya descansa en su tierra. Su familia ya acabó la segunda batalla.