Manila

Un profesor en la cafetería Manila por J L GARCÍA SÁNCHEZ

La Razón
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Se ha muerto una parte de la inteligencia de este país. Vendrán otros, sí, porque esta profesión no separa y siempre existe una generación detrás, con directores como Almodóvar y otros más, pero él era y es único. Tuve la suerte de ser su alumno y de tenerlo como maestro de tantas cosas y amigo, y he de decir que el Berlanga profesor era un disparate, nos daba las clases en la cafetería Manila, imagínate cómo podía ser aquello, pero acabamos aprendiendo lo poco o lo mucho que sabemos de la vida.

Y es que con el cine sucede lo mismo que con la escritura: se puede aprender a escribir, pero no se puede enseñar. Cuando rodamos el documental «Por la gracia de Luis», ese paseo por su cinematografía a través de los actores a los que dirigió, Luis exclamó al verlo terminado: ‘‘Es una mierda'' y eso era precisamente lo que nosotros pretendíamos. «Misión cumplida», dijimos para nuestros adentros, porque él pensaba de sus películas que eran una sucesión de cagadas. Así de claro. En ellas, ningún actor resultaba mal en su papel, ninguno, basta echar un vistazo a su carrera y recorrer uno por uno sus títulos, y eso, desde luego, es ser un buen director, porque tenía la capacidad de conocerlos en grado máximo y de seducirlos de igual manera con esa capacidad que poseía.

Al menos, hemos disfrutado de él hasta el último minuto, de «Plácido», de «El verdugo» y de «Bienvenido Mr. Marshall», tres de sus títulos imprescindibles que encerraban en cada una de sus historias la radiografía de un fracaso, pequeño o grande pero fracaso, de algo que no llegaba a conseguir o de aquello que era ceremonial. Como amigo que fui de él, me gustaría que le rindiéramos un homenaje, muy sencillo y que a él le habría gustado: que viéramos sus películas, esas que él consideraba como una soberana cagada y que han alumbrado algunos de los mejores títulos de nuestro cine.


J. L. GARCÍA SÁNCHEZ