Marbella

Marbella como pretexto por Fernando de Haro

La Razón
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Hay quien ha presentado la inminente dimisión de Carlos Dívar como algo necesario para mejorar la estropeada imagen del Consejo General del Poder Judicial. Era insostenible, dicen, que siguiera al frente de la institución después de que se haya sabido cómo gasto el dinero en sus viajes a Marbella.

En realidad, la salida de Dívar, más que lavarle la cara al órgano de gobierno de los jueces, confirma que está sometido a la partitocracia y a merced de las luchas personales. Dívar no está a punto de renunciar a la presidencia porque se hayan descubierto unos gastos excesivos en sus viajes a Marbella. No es de recibo que se use como él usó el dinero público. Pero hasta el momento ha sido lo acostumbrado en el CGPJ.

La Fiscalía y el Supremo dejaron claro que no ha habido delito y que el comportamiento de su presidente era conforme a la regulación del Consejo. El caso Dívar es una secuela, una venganza por la condena de Garzón. Gómez Benítez, el que fuera su abogado y sigue siendo amigo, denunció al presidente del CGPJ directamente a la Fiscalía por un ajuste de cuentas. Al tiempo se ponía en marcha todo el aparato mediático que ha defendido a Garzón para demonizar a un presidente del Supremo nombrado por Zapatero que va a misa todos los días.

La sentencia que condena a Dívar se firmó la semana pasada, cuando los vocales de la llamada ala conservadora dejaron de apoyarlo. El cambio se produce por razones políticas. El verdadero pecado de Dívar no es haberse dados algunos homenajes en Marbella, es no haber estado adscrito a ningún partido.