Nueva York
La foto de la herencia
iEn Nueva York. En la confluencia de Wall Street con Broadway. En el corazón financiero. Allí se erige el cementerio de la Trinity Church. Contrasta con los rascacielos. Las ilustres lápidas y el verde que crece entre ellas dan paz. Es donde reposa Alexander Hamilton, el autor, junto a Madison, de «El Federalista». La serie de artículos publicada en defensa de la Constitución estadounidense. Un tratado de democracia liberal mucho más equilibrado que casi todo lo que produjo la revolución francesa. Hamilton fue muy consciente del peligro de la «tiranía de las mayorías». Para evitarla, defendió una auténtica división de poderes. Por eso, el jueves se revolvió en el camposanto de la Trinidad. Fue cuando oyó a Ramón Jáuregui asegurar que el procesamiento de la cúpula policial por el «caso Faisán» era «disparatado» y una «suma de indicios especulativos». En el juzgado del magistrado Ruz se pellizcaban por lo oído. Precisamente, lo que exige el artículo 384 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para procesar a alguien es que haya indicios racionales (lo propio de la razón es especular) de delito. Ni siquiera la Fiscalía niega el valor de esos indicios. Lo que va a intentar, como contaba ayer este periódico, es reconducir el tipo punible para que se elimine la colaboración con banda armada y se deje sólo la revelación de secretos. Quiere sacar el caso de la Audiencia Nacional. Fotografía de un fin de legislatura. El candidato que el lunes tomaba posesión en Ferraz y el ministro que el martes juraba su cargo, responsables políticos de que, cuando menos, se hayan revelado secretos a los etarras. Para conseguir, dicen, la paz. Pero el comunicado de ETA del martes no decía nada del abandono de las armas.
iAceleraron la redacción del programa electoral en Génova. Fue el martes cuando escucharon a Zapatero sugerir que la culpa de que la prima de riesgo se hubiera disparado a 380 puntos básicos –el nivel de los otros países intervenidos– era de Alemania. La otra herencia nefasta. España entre los apestados. El programa económico de los populares no trae sorpresas ni algo que no hayamos oído ya. Retoques de redacción sobre lo que han estado diciendo desde hace meses. La gente que le hace papeles a Rajoy está convencida de que una de las reformas decisivas, la de la unidad de mercado, la clarificación de las competencias autonómicas, va a llegar casi sola. Como nadie tiene un duro –Aguirre dixit– se van a acabar las discusiones teóricas. Nadie va a reclamar más. ¿Previsión demasiado optimista? Óscar Alzaga tiene pensado escribir un libro para recordar que la oposición al franquismo había pactado un Estado federal, con las competencias definidas y cerradas. El modelo autonómico abierto, acordado después – sostiene Alzaga–, es incorregible. Después de una semana en la que ha quedado retratada como en pocas el legado del Gobierno, conviene releer a Hamilton para superar la tentación del cinismo, el peligro del automatismo.
«Los hombres –decía– son realmente capaces de establecer buenos gobiernos a partir de la reflexión y la elección. No están eternamente condenados a que sus constituciones políticas dependan del accidente y de la fuerza».
iLa semana próxima, el Tribunal Constitucional estudia los recursos de amparo de 14 etarras contra la «doctrina Parot». Parecía que los magistrados se inclinaban por atender gran parte de las peticiones. Puede haber sorpresas. Pesa el rechazo social a lo que han hecho con Bildu.
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