San Sebastián
Segura: «La palabra comercial me pone cachondo»
Su interpretación de «El gran Vázquez» halló hueco en San Sebastián, donde se proyectó además «Buried», la sensación española del año, antes de su estreno en 8.000 pantallas.
La agenda de los festivales se comprime durante los fines de semana de tal manera que es posible atravesar el planeta en una mañana y media tarde. Tal cruce de fronteras permite, además, constatar que hay cineastas que viven fuera de éste. Así le ocurre al coreano Kim Jee-Woon, que quisiera ser Tarantino, pero que en «I saw the Devil» sólo logra imitar al maestro en planos ensangrentados y en los kilómetros de longitud del metraje (141 minutos). Otras, como la debutante Sophie Heldman («Colours in the dark», Alemania), tienen que dejar en manos de sus intérpretes, Bruno Ganz en este caso, aquello que no sale a flote con el guión o la cámara. A otros les sobra con un actor enterrado en un ataúd para lograr la acción de un «western», la angustia de un «thriller» de persecuciones, la reflexión existencial de un filme de autor, la crítica de una película de denuncia y hasta la comedia en una situación tan poco propicia como la de un hombre que despierta bajo tierra. Y se permite además hacer de la cara del protagonista un paisaje que recorre con sus «travelling». Una vez superada la asfixia inicial, el español Rodrigo Cortés alcanza en «Buried» ( «Enterrado»), que se estrena el 1 de octubre en 8.000 pantallas de todo el mundo, el equilibrio entre la experimentación y el entretenimiento. Ésta sí que es una perla de otros festivales.
Un actor depresivo
Pero, de vuelta a la sección oficial, por muy extraño que parezca, encontró un hueco una cinta sobre el dibujante de cómic Vázquez, con clara ambición comercial. No es un juicio de intenciones, el protagonista de «El gran Vázquez», Santiago Segura, declaró ayer sin rubor que «la palabra "comercial"me pone cachondo». Dio así un paso más en su particular campaña por desterrar el matiz peyorativo de las películas masivas en un país poco acostumbrado a los taquillazos: «Hemos tratado de hacer una película de calidad y ahora queremos que sea comercial, porque eso querrá decir que la gente va a ir a verla». Más allá de su afición a las cifras, Segura aclaró que es una persona depresiva que no puede convivir con la tristeza obligatoria de un drama durante ocho semanas, por eso sólo hace comedia, «aunque ésta es la más triste que he protagonizado», advierte. Segura es la cara que ha preferido Óscar Aibar para resucitar el espíritu del creador de «Las hermanas Gilda», «La familia Cebolleta», «Anacleto» y «Tío Vázquez». Una elección arriesgada, pues el personaje en cuestión alcanzó celebridad por su morosidad compulsiva, su bigamia, por haber logrado hasta tres adelantos de sueldo por fingir la muerte de su padre en otras tantas ocasiones... Y además recrearlo en sus viñetas. En fin, un ser con ciertas similitudes a Torrente, al menos en conducta, lo que fuerza al actor a un difícil juego de funambulismo para no caer en la parodia que tanta gloria le ha dado: «Existe una gran diferencia entre ambos y es que Torrente no tiene talento de ningún tipo, sólo vive del engaño», se escuda el intérprete.
Se tira a otra piscina el director: el tono de «El gran Vázquez» quiere aproximarse al del cómic sin atreverse a abandonar el costumbrismo. «No he querido que la película fuera una sucesión de chistes sobre Vázquez. En cada fotograma me he preguntado si le gustaría a él, ya que es una figura a la que tengo mucho respeto», argumenta el director.
Oficina soviética
Como él, otros grandes de la viñeta como Ibáñez, creador de «Mortadelo y Filemón», hacen reverencias a este autor tan genial como heterodoxo. «Realizamos un viaje al mundo de la editorial Bruguera con la excusa de Vázquez, al tiempo que Santiago y yo nos formamos con aquellos tebeos, pues se editaban diez revistas de unos 30.000 ejemplares». Así es, el filme se recrea en aquella oficina donde acudían los dibujantes con disciplina soviética, a excepción de Vázquez, claro, donde la necesidad de producción era tal que las obras se compraban al peso. «Vázquez fue la primera persona que se reveló contra los contratos aquellos en los que la editorial señalaba que los personajes eran suyos», apunta el director. De manera que muchos bocadillos de las hermanas Gilda y de los Cebolleta nunca fueron ideados por su autor, sino por un «negro».
Cuando se maneja un material narrativo verídico tan increíble como éste por lo exagerado de la vida de Vázquez, hay que trabajarse la verosimilitud de cada plano. Para ello contaron con la colaboración de la familia del autor, especialmente de uno de sus hijos. Mercé Llorens, que interpreta a una de las mujeres con las que Vázquez estuvo casado simultáneamente, recuerda que en su proceso de documentación conoció a la esposa real, y después de todo, concluye que «hay muchos Vázquez en la vida y es difícil rechazarles porque tienen mucho encanto».
El detalle
Una vida de tebeo
Además de haber concebido a personajes tan legendarios como Anacleto o las hermanas Gilda, el artista tuvo el ingenio (y el valor) de volcar en viñetas su propia vida. Así nació Tío Vázquez (arriba), un moroso de aúpa, como el artista, un timador capaz de sacarle dinero al jefe con la muerte de su padre. Lo malo es que usó esa argucia tres veces... Ahora Segura se encarga de hacer lo mismo en la película.
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