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En Babia por José Luis Requero
Uno de los males en que puede incurrir un juez es estar al margen de la sociedad, desconocer la realidad que le rodea. Ese tipo de juez se ha identificado con la idea del «juez conservador»: estrictamente legalista, implacable aplicador de la norma y ajeno a esa realidad social que le rodea. Enfrente, el juez deseable: comprometido con la sociedad, conocedor de sus inquietudes y problemas, el juez para el que la Ley no es una norma seca y sin vida, sino que la anima en función de las peculiaridades del momento y del caso.
Entenderá el lector que esta contraposición de jueces es una simplificación; casi diría una caricatura. La realidad es más compleja y desde luego, la realidad de la judicatura de ahora en nada se compadece con ese caballero de triste figura, solo y aislado, que en algún momento de nuestra historia sí fue realidad. El modelo opuesto –ese juez pretendidamente comprometido, socialmente sensible– es otra historia. Mucho habría que hablar de él porque mucho hay que lamentar de sus exageraciones y militancias. Pero jueces legalistas o jueces comprometidos al margen, lo que no es soportable es que haya jueces babianos, es decir, jueces que estuviesen en Babia.
Y cuando pienso en esa hipotética degeneración, pienso en el Tribunal Constitucional; hace un año lo advertí en estas páginas y el tiempo me sigue dando la razón. Por ejemplo, decir que Sortu es legalizable porque sus estatutos son impecables es estar en Babia; decir que serían ilegales si incurriesen en alguno de los motivos por los que un partido es ilegalizable, cuando hay pruebas de sobra de que Sortu es ETA, o es estar en Babia o es otra cosa. Pero, ¿por qué extrañarse? Ya estaban en Babia cuando se legalizó a Bildu. Por lo que se ve, a Babia no han llegado noticias no de cómo se las gasta esa gente donde ya gobierna.
El Constitucional se repite. ¿Estaba en Babia cuando dijo que la elección por el Parlamento de los vocales del Consejo General del Poder Judicial sería inconstitucional si reprodujese el reparto de fuerzas en el Parlamento? ¿Acaso ese mal no era ya una cruda realidad cuando sentenció eso? Y lo mismo ocurrió cuando sentenció aquello de que es constitucional despenalizar el aborto si, a cambio, el Estado protege la vida del no nacido por otro medio eficaz que no sea la tutela penal. Decir eso, ¿es estar en Babia? Ante más de un millón de muertos, ¿exime estar en Babia?.
He dicho ya mil veces que ese órgano se asemeja más a una tercera cámara donde la lucha política continúa con otros argumentos, otra liturgia, otro ropaje y otro lenguaje. Esa degeneración es la consecuencia más dolorosa de la instrumentalización del Derecho; es lo que pasa cuando desde el poder se ve al Derecho no con respeto, no como límite y medidor de su responsabilidad, sino como coartada. Desde esa mentalidad, si el Derecho no puede frustrar un objetivo político, tampoco los tribunales que lo aplican y menos aún el Constitucional. Se explica así qué hay detrás de la famosa «politización» de la Justicia y del reparto de cargos en el Constitucional o en el Consejo General del Poder Judicial.
Y no fabulo. Ahí están esas palabras del anterior presidente del Gobierno. Fue el 5 de julio de 2010, en una rueda de prensa tras entrevistarse con ese afamado demócrata, el presidente sirio Bachar al Asad. Preguntado por los recursos de inconstitucionalidad contra la ley del aborto y el Estatuto de Cataluña, contestó con aquello de que «la mayoría social» –léase política– tiene legitimidad para saltarse la Constitución: el interés político es más fuerte que el Estado de Derecho.
Vuelvo a hipótesis babiana. Aparte de que esas sentencias –aborto, Consejo, Bildu, Sortu–, siempre benefician a los mismos, lo peor es que dan a entender que lo propio del jurista es ser babiano. Aunque también pueden significar que en Derecho cualquier cosa puede pasar por justa si se razona con cierta habilidad, y –añado– si en el Constitucional se tiene mayoría suficiente. Los que piensan así no están en Babia, más bien presuponen o que nosotros somos babianos o que tenemos obligación serlo.
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