Alfonso Merlos
Nos heláis la sangre
Han vuelto a asomar la cabeza y la democracia de nuevo lo paga. Una parte de la izquierda democrática española vuelve a salvarle el pellejo a ETA. Digamos la verdad y seamos claros.
Se sienten en el Consejo de Ministros, vistan toga o luzcan uniforme hay quienes incomprensiblemente cuanto más acogotada está una banda de verdugos, más ansían su respiro. Confunden la derrota de la violencia con un chapucero apaño entre ciudadanos libres y abyectos criminales.
Este reeditado proceso de guante sucio sólo se comprende desde el cinismo, la ceguera moral, la siniestra ideología y el hondo desprecio a los más sagrados engranajes del Estado de Derecho de quienes celebran que la coalición pseudopolítica de ETA haya podido hacer su primer fin de semana de campaña. Y esta infausta orquesta de cuerda, viento y percusión que se ha puesto en marcha para defender la participación política irrestricta no se entiende sin la batuta de Zapatero.
Un segmento amplísimo del socialismo no aprende de sus errores. Y no lo hace porque va en su naturaleza entender que el terror y la democracia pueden confluir en la misma calle, que es posible el arreglo con los que complementan desde los ayuntamientos las maniobras clandestinas de Ternera, Troitiño y De Juana. Su traición es, simple y rotundamente, ensordecedora.
Lo anunció con clamorosa clarividencia hace ya un lustro Pilar Ruiz Albisu, la madre de Joseba Pagazaurtundúa, en una carta a Patxi López: «Cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!». ¡Y qué vileza, Pilar, la de quienes dicen defenderlos y honrarlos mientras brincan con huella sucia sobre sus lápidas!
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