Fuenlabrada
Sólo nos queda Rajoy por Martín Prieto
O nos fiamos del presidente del Gobierno o sólo nos queda la Virgen de Fátima. La oposición no sale de su agujero y en la periferia únicamente sacan banderas como solución.
Los miembros de la Unión Europea parece que dialogan entre sí por el acreditado método del doctor Ollendorf, por el que si preguntas por un horario ferroviario te contestan que, como se sabe que te gusta el arroz con leche, por debajo de la puerta te echo un ladrillo. Y eso si no estamos en el intercambio intelectual entre doña Emilia Pardo Bazán, que bajaba la escalera del Ateneo madrileño, y don Benito Pérez Galdós, que subía, encontrándose ambos después de veinte años sin cruzarse tras unos amores ferruginosos: «Adiós, viejo chocho». «Adiós, chocho viejo». Están en crisis Grecia, Irlanda, Portugal, España y hasta Italia, pero lo que parece descuadernarse es la propia Unión Europea entre el centro y los nórdicos y los mediterráneos. Cada semana, alguna parte decisoria de la Unión filtra que España pedirá el ominoso rescate total o asegura que el salvavidas es urgente para no dañar a los demás.
Lo único de lo que nos podemos fiar es de que el presidente Rajoy no desea tal salvación envenenada, salvo que se encuentre con que no le prestan dinero ni para pagar las pensiones, supuesto que le hará doblar el brazo. Que las protestas populares sean legítimas y comprensibles no quita que el Gobierno esté sometido al suplicio de Sísifo haciendo recortes que luego no reconocen los mercados. La penúltima finta ante una intervención europea es ese rescate virtual del que se ríe bobamente Trinidad Jiménez, aquella que adquirió millones de vacunas para una gripe que nunca existió y que llevó Exteriores con el bagaje de divorciada de un diplomático y repetidos suspensos en el ingreso a la Carrera. Virtual es la necesaria presencia de la izquierda socialista, que no sale del zapateril camarote de los hermanos Marx y se divide territorialmente en tiempos de secesionismo. Los latiguillos de mitin son su único discurso. Ya se sabe que Rajoy sólo sabe comunicarse con quien está dispuesto a entenderle y hasta sus silencios y brumas galaicas se comprenden en este angustioso contexto, incluida la vuelta de tuerca a su programa electoral.
Sólo al piloto del «Titanic» se le ocurre mantener el rumbo de colisión con el iceberg. Rajoy, Soraya, Guindos, Montoro… no se divierten con el índice de desempleo, la caída en la pobreza, el nivel de la prima o el interés usurario de los mercados. Seguro que estarán cometiendo errores, aunque no tantos como los muñidos por el PSOE en sus largas gobernanzas, que hasta llegaron a meter a la gente en cal viva. Ni con el indeseable rescate integral, ni con la periferia sacando banderas caben elecciones anticipadas a nueve meses de Gobierno con mayoría absoluta y la primera oposición en el desolladero. Saldremos lentamente con Rajoy o sólo nos quedará la Virgen de Fátima. La Bazán era fogosa y gallega; Galdós, asténico y canario; nada más disímil, pero los dos encendieron de amor el colchón de su odio.
CHINATOWN
Ni la Policía ni los medios de comunicación han utilizado el término Tríadas tras la notable redada de chinos en su feudo de Fuenlabrada (Madrid) con un concejal socialista y un actor pornográfico como guindas de la tarta incomestible. Por encima de las mafias siciliana, calabresa, la camorra, la estadounidense o la Yacuza japonesa, están las Tríadas chinas cuyo origen se remontan al siglo XVII como resistencia a la dinastía manchú instaurada por los mongoles. La xenofobia es síntoma de ignorancia y de no haber viajado nunca fuera del pago y se supone que el cuarto millón de chinos de la provincia de Zhejiang que viven en España (una proyección estadística los cifra en 900.000 para el 2020) se dedican a intentar ganarse el arroz como pueden o, también, a ser las víctimas inmediatas de las Tríadas. La población china en el país merece un estudio sociológico sobre la sobrevivencia. No se mueren o gozan de una longevidad propia de la fuente de la eterna juventud. Dicen los sinólogos que repatrian los cadáveres a Zhejiang, y los policías que hacen desaparecer los cadáveres para dar documentación a los que llegan en el supuesto de que un occidental no distingue un chino de otro.
Hay otras leyendas urbanas como la de que gustan de la carne de perro (lo que es cierto), ignorándose si la sirven aquí como cerdo agridulce. Cada Tríada es dirigida por un notable, hoy el detenido Gao Ping, marchante y mecenas, bajo las reglas de obediencia, «omertá», endogamia y aislamiento de la sociedad recipiendaria. Y las Triadas siempre vuelven; como Fu-Man-Chú. Tormento chino serán los interrogatorios en una fronda de idiomas y dialectos. Sólo Taciana Fisac, hija del gran arquitecto y primer catecúmeno del Opus Dei, habla perfectamente el mandarín, lengua vehicular.
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