Ley electoral
El hundimiento
Ni ha muerto el perro ni se ha acabado la rabia. El anuncio de Zapatero en nada cambia la situación de España ni la del PSOE. El presidente pretende continuar siéndolo durante el año que falta para que otro sea investido tras las elecciones generales mientras el paro sigue disparándose y los puñales se desenfundan en la trastienda del poder. La ley del silencio impuesta sobre la sucesión y el despliegue propagandístico con el que nos obsequian cada día los notables del partido, no parecen ser suficientes argumentos como para darle la vuelta a unas encuestas que, machaconamente, como demostraba la publicada el pasado lunes por LA RAZÓN, anuncian el hundimiento de esta segunda era socialista plagada de insensateces. La palabra remontada en boca de los Blanco, Rubalcaba, Chacón o cualquiera de los barones suena, al menos en este momento, a broma.
La impresión de que el PSOE está dispuesto a hacerse trampas en el solitario empieza a ser mayoritaria entre una sociedad, la española, que no olvida que cualquiera de los aspirantes a encabezar el cartel electoral son corresponsables de los males que padece nuestro país. Por eso la única conclusión posible de la renuncia a ser candidato de Zapatero es que la agonía será más larga y más penosa para una ciudadanía que no ve más luz al final del túnel que un cambio de gobierno, con una nueva mayoría parlamentaria que coja el toro por los cuernos. El tiempo en que Zapatero jugó el papel de Don Tancredo y el que lleva como bombero torero jugando a hacer reformas insuficientes a todas luces a la vista de los resultados, tiene pinta de pesar mucho más en la balanza electoral que los mensajes triunfalistas y la gran simulación con la que quieren hacernos creer que el PSOE es una balsa de aceite. Y lo es, pero de aceite hirviendo. Sólo hace falta echar un vistazo a lo que esta ocurriendo en Andalucía con el escándalo de los EREs y la bronca interna. Manuel Chaves le siega la hierba bajo los pies a Griñán, y éste le manda recados en las páginas de los periódicos que avivan las sospechas sobre un presunto tráfico de influencias en su época de presidente de la Junta. Los portavoces socialistas se pasan el día negando evidencias y lo fían todo a su capacidad de prestidigitación con la inestimable ayuda de sus amigos mediáticos.
Pero los casi cuatro millones y medio de desempleados según las listas del INEM, que serán más cuando toque hacer públicos los datos de la EPA, la encuesta de población activa, quieren soluciones y no promesas y optimismo de pacotilla condensado en eslóganes vacíos. Es verdad que queda un año para las generales, y que es posible que el llamado efecto, negativo claro, Zapatero, se amortigüe algo en las municipales y autonómicas del 22 de mayo. Pero ese mismo espejismo lo tuvo el PP en el 2003 y diez meses después dejaba el poder. Claro que en el 2004 pasaron otras cosas que, siete años después, seguimos sin entender en su totalidad.
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