España
Levedad en la gravedad por Enrique López
Decía Ortega que en España y fuera de España, la política, que la definía como la supeditación de la teoría a la utilidad, había invadido por completo el espíritu. Decía que el siglo pasado, para el XIX, se había afanado en allegar medios, mientras que el XX, tras la Primera Guerra Mundial, el hombre no había conseguido aclarar las «cuestiones últimas», y por ello postulaba frente a una cultura de medios, una cultura de postrimerías. Ardo en deseos de imaginar lo que hubiera dicho el filósofo en estos momentos, donde la economía lo invade todo, y a la vez lo limita todo. La economía es una ciencia social que estudia cómo personas, organizaciones y países asignan los recursos, y tiene como objeto el estudio de las relaciones de producción, distribución, intercambio y consumo de bienes, servicios e ideas. Se podría decir con cierto reduccionismo que la finalidad principal de la economía es mejorar el bienestar de las personas, lo que no necesariamente significa otorgarles la mayor cantidad de bienes de consumo. Hoy en día, estamos asistiendo a un momento en el que hoy es ayer, y mañana ya es hoy, y donde se mezcla el corto y el largo plazo permanentemente. La económica financiera está en una difícil encrucijada, y la economía real, la productiva, se esta volatilizando. Nunca más que ahora, las previsiones económicas se han convertido en razones de fe, en esperanza, pero ello no nos puede hacer flaquear frente al reto que nos espera. Los más pesimistas ya hablan de fin de ciclo, de profundo cambio, donde se están conmoviendo los cimientos de nuestras sociedades. La verdad es que si un europeo medio, entre los que debemos incluirnos los españoles, mira hacia otras sociedades, no puede más que sentirse un privilegiado,(sanidad, enseñanza, cobertura social, etc.), no se si como la clase nobiliaria del siglo XVIII, pero al fin y al cabo un privilegiado. Dentro del sistema económico capitalista, se ha introducido lo que se ha venido a denominar Estado del Bienestar o estado providencia, concepto que de una forma genérica cosiste en un modelo de organización social, según la cual el Estado provee ciertos servicios o garantías sociales a la totalidad de los habitantes de un país. En esta situación, las económicas tienden a corregir desviaciones del sistema, estructurando el mercado de trabajo, redistribuyendo la renta y salvaguardando la economía de los avatares cíclicos. Ahora bien, este modelo también tiene sus problemas, y fundamentalmente son dos, generar la obligación de atender las necesidades ciudadanas individuales por encima de los recursos colectivos, y por otro lado, desligar al individuo de las consecuencias económicas de su actos. Por ejemplo, hasta ahora, el coste de una carrera universitaria era sostenido en más de un ochenta por ciento por el presupuesto público, esto es, por todos los ciudadanos, tengan o no hijos en edad universitaria. Ante ello, un universitario que no aproveche el tiempo y suspenda, se ve desligado de la responsabilidad de su falta de aprovechamiento; un ciudadano que practica una actividad de riesgo por puro placer y sufre una accidente obliga al resto de la sociedad a asumir el coste del mismo. Por el contrario, en muchos lugares del mundo ni tan siquiera han llegado a poder disfrutar de un incipiente Estado del Bienestar, al contrario, viven en sociedades en las que ni se plantean los aspectos más básicos de un estado providencia, careciendo de los mínimos derechos. A este puzle se le ha añadido el fenómeno de la globalización, definido como un proceso que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. Pero esta creciente comunicación ha producido un fenómeno no deseado en principio, las economías sin un desarrollado Estado del Bienestar son mucho más competitivas que las que lo tienen desarrollado, y esto hace que cada vez asuman una mayor protagonismo económico mundial, en detrimento de los países europeos; esto, a su vez provoca menos recursos en estos países, y menos posibilidad de seguir sosteniendo el estado providencia; por el contrario, esta mayor competitividad en los otros países no está provocando en sus sociedades una rápido acceso al estado del bienestar, en algunos ni se ha comenzado. Todo ello provoca una sensación en la vieja Europa de decadencia, de obsolescencia y sobre todo de mal pronóstico. Ello podría aconsejar que en estos países, entre los que está España singularmente, sin renunciar a los principios solidarios y de justicia social del Estado del Bienestar, se produzca un profunda revisión del mismo, tanto conceptual, como real. Parece evidente que si una sociedad sufre un deterioro en su capacidad económica, y ve mermados sus recursos para satisfacer las necesidades individuales, el grado de satisfacción de éstas también debe acomodarse a la situación actual.
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