San Francisco
La guerra de sexos nace en el cerebro
¿Por qué los hombres y las mujeres no nos entendernos? ¿Por qué ellas son más sensibles y ellos, al contrario, les cuesta mostrar sus sentimientos? Las mujeres, friegan, doblan y planchan sin pensarlo, mientras que para ellos las tareas del hogar se convierten en una tortura, ¿por qué?
Estas preguntas han dado pie a numerosos chistes que no discriminan el país de origen, pero sí el sexo. Siempre se ha dicho que las mujeres son de Venus y los hombres de Marte. Hoy, los estudios lo confirman. Helen Gardener participó en el movimiento feminista de principios del siglo XX y, sin saberlo, fue la primera mujer que afianzó la teoría de que el cerebro femenino y el masculino comparten las mismas capacidades. Como explicó en 1927 la portada del diario estadounidense «The Evening Independent», el análisis de su sesera demostró que la «capacidad mental» de ambos es «igual», aseguraba su titular. Pero, este estudio de la universidad de Cornell aportó más novedades. Gardener, en comparación con sus homólogos masculinos, tenía más desarrolladas las funciones lingüísticas, comunicativas y expresivas. El avance de esta universidad no fue más que la cerilla que encendió la llama de la curiosidad de numerosos investigadores que tratan de comprender qué nos diferencia.
Los estudios que ha realizado Louann Brizendine han profundizado en el origen de estas disparidades. Hoy, es una figura admirada por sus colegas científicos y con una legión de admiradores. En 2006 publicó «El cerebro femenino» (RBA), un ensayo ameno y divertido que se ha convertido en «best-seller» mundial. Analizó más de 1.000 investigaciones para descubrir las diferencias entre los cerebros de ambos sexos. Pero, cuando la preguntan: ¿Cuál es superior? Ella sonríe y responde: «Tienen más similitudes que diferencias. Después de todo, somos la misma especie». Después de insistir en que el cerebro del hombre es de igual tamaño que el de la mujer puntualiza: «Hay diferencias muy importantes. Desde su creación, nosotras nos hemos ocupado de cuidar a los bebés y por ello tuvimos que aprender a leer sus expresiones y sus emociones. Por eso se nos acusa de más sensibles». Ellos carecen de esta capacidad y de ahí su recurrido argumento: «¡No hay quien las entienda!».
La experta en neurociencia no le quita razón aunque les pone un pero: «Los hombres no deben olvidar nunca que, cada 28 días, sufrimos cambios hormonales muy bruscos. En especial, a lo largo de la última semana que es cuando los índices de progesterona empiezan a descender y nuestro cerebro se sensibiliza. Este agente actúa como una droga, de tranquilizante, que si nos lo retiran crea una especie de síndrome de abstinencia. Por eso lloramos más», bromea. Su éxito editorial le ha reportado un aluvión de consultas que le han obligado a abrir una clínica en San Francisco a la que acuden tanto mujeres como hombres: «Siempre le doy un consejo a él: si discutís mientras ella está con la menstruación, parad. Apunta en un papel el motivo de la discusión y, semanas más tarde, lo leéis y decidís si seguir o no con la pelea. Así estaréis en igualdad de condiciones».
«La casa siempre ha sido el único dominio de la mujer», explica la experta, aunque el papel de la mujer en la sociedad actual ha cambiado. A sus quehaceres caseros se añaden nuevos cometidos ligados con su nueva vida de mujer trabajadora. La recesión económica que atravesamos es un desafío para este nuevo sistema. Las mujeres sobrellevan mejor la difícil situación que atravesamos, pero «depende», señala la doctora. «Las mujeres deben entender –prosigue– que los hombres quieren ser sus héroes. Luchan por salvarles el día. Su cerebro tiene muy desarrollado el sistema de unión témporo-parietal (UTP) que utiliza el sistema de empatía cognitiva gracias al que buscan ‘‘la solución''.
Por eso decimos que los hombres son más prácticos». Sí, ellos son capaces de resolver situaciones complicadas con relativa rapidez. Pero, ¿qué ocurre cuando tienen que coger una fregona? Brizendine se sonroja ante la pregunta: «Tan sólo lo harán si con ello logran la admiración de su pareja. Mientras, para la mujer, que su marido haga la cama y friegue los platos es sinónimo de seducción. Un hombre que colabora en casa puede olvidarse de los preliminares», bromea. Otro tópico es el impulso sexual por el que se mueve el cerebro masculino y que las investigaciones ratifican: «Los hombres harán cualquier cosa por una mujer fértil. En especial, durante su pubertad. Por eso los adolescentes no deberían examinarse de Selectividad con 18 años. A esa edad sólo piensan en pechos y faldas», concluye entre risas.
En primera persona
No es habitual que una mujer inagure simposios científicos y menos aún, el Neo 2011 (Bienal Multidisciplinar en Neurociecia) que hoy concluye en Madrid. Louann Brizendine está acostumbrada. Es fácil reconocerla: pelirroja y con dimintas gafas que refuerzan sus facciones delicadas. Varios colegas se acercan para pedirle la firma de su último «best-seller»: «El cerebro masculino» (RBA).
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