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Modernidad y diferencia por Miguel Ángel Hernández

La Razón
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En la columna de la semana pasada, partiendo de la portada de «Time» que mostraba a los indignados y demás «prostesters» como las personas del año, observaba que a veces las formas de la contracultura son asumidas por el propio sistema que intentan subvertir. Esta cuestión central del capitalismo contemporáneo es uno de los ejes que vertebran una de las novelas más divertidas e inteligentes que he leído en los últimos meses: «Tania con i», de Enrique Rubio. El libro, premio de novela Francisco Casavella, nos cuenta las dificultades de un escritor, Guillermo Ruano, para escribir la biografía autorizada de Tania Moreno, uno de los iconos de la moda y la contracultura contemporánea. Con mucho humor y mala leche, y a través de las diferentes etapas de Tania, Enrique Rubio observa cómo el deseo de ser independiente, alternativo y moderno no es sino una estrategia de distinción y una pulsión de diferencia.

 Muchas veces, es en la caricatura donde uno encuentra realmente la esencia de las cosas. Y «Tania con i» es una caricatura del sistema de la moda y del mercado de la contracultura. Una caricatura que es, al mismo tiempo, una radiografía en la que uno reconoce a la perfección estilos, modos de actuación y sistemas de experiencias codificados. Tania está por todos los lados. En todos los hipster, en todos los punkis, en todos los indies, en todos los alternativos… Porque Tania es la moda, pero también, y sobre todo, es la diferencia, es ese deseo de destacar y ser distinto a los demás, ese deseo constante y paradójico de ser uno mismo a través de ser otro. Un deseo que, al final, como sugiere Clement Rosset, acaba en la idiotez. No en vano «idiotés», en griego, también significa «único, sólo, diferente, original».